Angelique Chrisafis, corresponsal de The Guardian en París, ha hablado con muchos de los ‘chalecos amarillos’ que se manifiestan en Francia contra la política económica de Macron. La subida de impuestos en carburantes fue el tema que desencadenó al principio la movilización, pero la protesta se ha extendido tanto porque el malestar tiene su origen también en otros muchos asuntos. Es cierto que muchas de sus reivindicaciones son un tanto contradictorias en la medida de que no están cribadas por una jerarquía o una estructura organizada. No quieren pagar tantos impuestos porque ese es uno de sus gastos importantes y también pretenden que el Estado aumente su gasto en algunas partidas.
Evidentemente, intentar explicar sus reivindicaciones obliga a centrarse en aquello que rechazan. Es más difícil hacerlo con sus propuestas al ser un movimiento muy diverso desde el punto de vista ideológico y sociológico. Chrisafis ha hablado con ellos en dos zonas del país, el suroeste y el noreste.
En un hilo de Twitter, la periodista ha descrito a grandes rasgos quiénes son los ‘chalecos amarillos’, un movimiento sin líderes ni un programa definido, pero que tiene muy claro por qué ya no soporta a Macron, según Chrisafis:
«Algunos en París han sugerido que todos los chalecos amarillos se basan en noticias falsas y teorías de la conspiración en Facebook y que no tienen muchos estudios. Eso no es lo que yo he visto y sería un error pensar eso.
Me he reunido con gente que antes dirigió sus propios pequeños negocios (en construcción o mantenimiento de edificios), algunos que trabajaron en el sector público (profesores ayudantes, enfermeras), o que eran autónomos. Conocen el sistema fiscal de arriba a abajo, han contribuido a él como (pequeños) empresarios o trabajadores. Hay un nivel muy preparado en su debate político y su indignación. Unos pocos votaron a Macron y están ahora decepcionados.
Hay un amplio espectro político representado en cada barricada, desde izquierdistas y ecologistas opuestos al nacionalismo, hasta gente que votó a ese nacionalismo a través de Marine Le Pen.
Todos decían estar unidos en su furia contra la forma de Macron de gobernar Francia, lo que llamaban su estilo de arriba a abajo totalmente aislado de las experiencias personales de la gente corriente. Todos contaban ejemplos de la «arrogancia» de Macron.
En las barricadas, la gente pensaba que Macron se presenta en el extranjero como el «salvador» progresista de Francia y Europa frente al nacionalismo y populismo, pero dicen que en su país está alienando a tanta gente que la está empujando al populismo.
La gente cree que sus impuestos no se están gastando bien, que hay despilfarro y que el Estado está usando el dinero de los contribuyentes para financiar el estilo de vida de la élite política. La gente quiere más y mejores servicios públicos.
Muchos dicen que están furiosos con la Unión Europea, que cuesta demasiado dinero, que promueve el capitalismo, la desigualdad y una élite política acomodada (en sus privilegios), que no protege a los trabajadores».