Desde el primer día de las protestas de la Marcha del Retorno en Gaza, Razan al-Nayar, de 21 años, estuvo allí como voluntaria de los equipos médicos para ayudar a atender a los heridos provocados por los disparos de los soldados israelíes. Fue una de las primeras mujeres que se presentaron como voluntarias para colaborar en una situación terrible con decenas de muertos y centenares de heridos. Trabajando desde las siete de la mañana hasta las ocho de la tarde. «No tengo miedo», escribió en Facebook.
El viernes 1 de junio, murió de un disparo de un francotirador israelí cuando estaba cumpliendo su labor, intentando sacar a un herido de la zona más peligrosa. Vestida con la bata blanca que llevan los médicos y voluntarios, corría hacia la valla fronteriza en la zona cercana a Jan Yunis para llegar hasta un herido. «Llevaba las manos levantadas de forma muy clara, pero los soldados israelíes le dispararon un tiro en el pecho», dijo a Reuters un testigo.
En mayo, un equipo del NYT le entrevistó.
«Ser médico no es sólo trabajo para un hombre. También lo es para una mujer. A veces los heridos son mujeres. ¿Quién las va a atender? Sí, un hombre puede hacerlo. Pero nosotras tenemos un papel importante aquí. Tenemos un objetivo. Salvar vidas y evacuar a la gente, y enviar un mensaje al mundo. Sin armas, podemos conseguir cualquier cosa».
«La gente pregunta a mi padre por qué estoy aquí, y sin que me paguen un sueldo. Él les dice: ‘Estoy orgulloso de mi hija. Ella ayuda a los hijos de este país’. Especialmente, porque en nuestra sociedad se juzga a las mujeres. Pero la sociedad nos tiene que aceptar. Si no quieren aceptarnos libremente, habrá que obligarles a que lo hagan. Porque tenemos más fuerza que cualquier hombre. La fortaleza que he demostrado ayudando en los primeros auxilios desde el primer día de las protestas. Desafío a cualquiera que encuentre a alguien que lo haya hecho» (igual que yo).
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