Ha muerto Rogert Ebert a los 70 años, algo que desgraciadamente no tiene que sorprendernos porque llevaba 10 años peleando contra el cáncer. En vez de la reacción acostumbrada de lamentar una muerte, hay que felicitarse porque Ebert estuviera tanto tiempo entre nosotros, pudiera ver tantas películas y contarnos lo que pensaba sobre ellas.
Todo el mundo cuenta que fue el crítico de cine más influyente de su generación (no tanto el mejor, dado que no hay un ránking). Lo fue porque tuvo el valor necesario para cumplir esa labor también en televisión y en Internet, y hacerlo de forma que pudiera conectar con tanta gente. A fin de cuentas, ya dijo que «las emociones nunca te mienten» en el cine. Criticar, valorar una película es siempre un ejercicio subjetivo. No hasta el punto de aceptar que haya seres humanos que hagan cola para ver ‘Transformers 3’ y de contener los impulsos homicidas.
¿Influyente? No en la industria del cine. Resulta muy reveladora la respuesta que dio a Tom DiCillo cuando este, desesperado, le preguntó cómo era posible que su película ‘Delirious’ –buenas críticas, gran presencia en festivales– fuera un fracaso completo. Nadie la vio porque nadie tuvo la oportunidad. Ebert le respondió que vivimos en una época en la que el cine inteligente o el cine independiente están casi condenados. Con su humor habitual, comentó que muchas de las personas que van al cine (se refiere a EEUU, también serviría para muchos otros países) confían menos en lo que diga un crítico que en lo que ven en un trailer estúpido que promete el sol, la luna y las estrellas. La única esperanza, si existe, está ya fuera de las grandes pantallas.
En su blog, ya perseguido por la enfermedad, encontró una tercera vida de la que valoró el contacto con los lectores. Los que como él añoraban el cine clásico, pero no perdían la oportunidad de encontrar las migajas de cine adulto que podían recoger.
Ebert odiaba las listas de mejores películas del año o de todos los tiempos, pero a su manera también las hacía o las comentaba. No hablaba sólo de cine, también del arranque de locura que le dio a su país tras 2001 o de la funesta influencia de los medios de comunicación en ciertos casos extremos. Y tenía tiempo para participar en el concurso de las viñetas de The New Yorker.
Aquí está el comienzo de sus memorias. De sus libros, en español, están publicados «Las grandes películas», «Las peores películas de la historia», y «Películas que nunca deberías ver: Pero después de leer este libro tal vez lo hagas».
Y, algo que no sabía, escribió junto al director (el inaudito Russ Meyer), el guión de «Beyond the Valley of Dolls». En esa época bebía mucho y se lo pasaba en grande.
Una gran vida de cine.
Mi frase favorita de don Roger, con diferencia: «Speaking in my official capacity as a Pulitzer Prize winner, Mr. Schneider, your movie sucks.» Descanse en paz. Ya se le echa de menos.
Completamente de acuerdo con Íñigo. Celebremos la vida de Roger Ebert.
Y mas allá de lo tranquilo y mesurados que era casi siempre sus comentarios, su lucha contra el cáncer y todo lo tuvo que aguantar en ella demuestra que era un luchador de tres pares de narices.
Un tipo del todo peculiar, que cuando la operación de extirpación del tumor tiroideal le desfiguró la cara y le dejó casi sin mandíbula, privandole de comer o saborear casi cualquier alimento, se dedico a escribir…libros de cocina.
Top level. Lo mejor del gran Russ Meyer. Larga vida
Ha sido un placer leerle, mudo y prolífico, estos últimos años. Un gran tipo.