Con la probable elección de Paul Ryan, de 42 años, como candidato a la vicepresidencia con Mitt Romney, todos están contentos. En primer lugar, se supone que el propio Romney, que por eso lo ha elegido. También el sector duro del partido, que tiene a uno de los suyos en primera línea de la campaña. La gente del Tea Party no va a quedar decepcionada. Por fin, pueden votar a alguien que cree que hay que podar el árbol del Estado desde la raíz y no limitarse a las ramas.
Es posible que en la Casa Blanca se estén riendo (de ahí la elección de esta foto en Daily Kos en plan cachondeo) porque eso les servirá para centrar sus mensajes en la amenaza que supone Romney para el gasto social. Los periodistas estarán encantados: el duelo cobra un perfil más ideológico.
Antes de nada, hay que recordar que la elección del candidato a vicepresidente es un asunto que absorbe la atención de los medios de comunicación, pero que en la práctica resulta irrelevante en el resultado. Es interesante por lo que revela del candidato a presidente, sus carencias y cómo las afronta.
Ryan es un halcón fiscal que preside el Comité de Presupuestos de la Cámara de Representantes desde 2011. Es conocido por su propuesta presupuestaria que contemplaba la privatización parcial de Medicare, el programa por el que los jubilados reciben asistencia sanitaria, y un fuerte recorte del gasto público.
En épocas de superávit de los fondos públicos, Ryan está por el recorte del gasto porque eso significa que el Estado se está quedando de forma injusta con dinero de los contribuyentes. En épocas de déficit, con más razón porque el Estado se está gastando el dinero que no tiene. La filosofía económica del congresista de Wisconsin se basa en el desmantelamiento progresivo del gasto social, que es a fin de cuentas una de las partidas que más fondos requiere en un Estado occidental.
Congresista desde 1998, no es digamos miembro orgánico del Tea Party, pero sus posiciones son idénticas a las de este grupo en el tema fiscal. Es católico y se opone al derecho al aborto y al matrimonio gay.
La influencia ideológica más importante para Ryan en los comienzos de su carrera fue el pensamiento de la escritora Ayn Rand y su filosofía individualista. Cuánto daño ha hecho esta chiflada en las mentes de los jóvenes conservadores norteamericanos para los que ha servido de justificación del egoísmo y para creer firmemente que solidaridad es una palabra sucia que encubre siempre el totalitarismo y el control de la voluntad del individuo.
Ryan Lizza publicó hace unos días un perfil de Ryan en The New Yorker, supongo que alertado por sus posibilidades para acompañar a Romney en la candidatura. Sin embargo, ahora dice estar sorprendido. En primer lugar, porque la experiencia de Ryan en puestos relevantes es escasa. No creo que eso tenga mucha importancia. Aún menos tenía Obama cuando irrumpió en la política nacional. Lizza sostiene que Ryan votó a favor de programas en la Administración de Bush que supusieron un espectacular incremento del gasto público, incluido el rescate de la banca. Bueno, en la misma situación están la mayoría de los congresistas republicanos que han sobrevivido a esa época. Han hecho tabla rasa con esos años. Si les hablan de Bush, pensarán que les están citado a un político de la era de Teddy Roosevelt.
También comenta que al menos Ryan aporta a Romney una propuesta económica concreta y consistente. A pesar del río de palabras que se han escrito sobre la experiencia empresarial de Romney y lo que podía aportar con ella a la campaña, sus aportaciones son tan vagas y ambiguas que resultan irrelevantes.
Lo malo para él es que el mensaje de Ryan permite a Obama avivar el voto del miedo en la población, en especial entre los jubilados y los que están cerca de serlo. Da la casualidad que los jubilados votan con muchas ganas (tienen bastante tiempo libre) y muchos de ellos viven en Florida. Esos programas sociales de los que el congresista abomina son muy populares entre la clase media.
Ryan tiene más cerebro que Sarah Palin, eso es obvio. El problema es que su parte del cerebro que mejor funciona es la que hace que los jubilados y los votantes independientes salgan corriendo despavoridos.
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16.10
La campaña de Obama no ha tardado nada en empezar a rentabilizar la elección de Ryan.
17.00
La respuesta que la campaña de Obama ha enviado a sus partidarios a través del email:
«What you need to know right now: This election is about values, and today Romney doubled down on his commitment to take our country back to the failed policies of the past.
Congressman Paul Ryan is best known as the author of a budget so radical The New York Times called it «the most extreme budget plan passed by a House of Congress in modern times.» With Mitt Romney’s support, Ryan would end Medicare as we know it and slash the investments we need to keep our economy growing — all while cutting taxes for those at the very top.
Over the next few days, Romney’s campaign and its allies will tell a very different story about Paul Ryan.
Our job is to make sure Americans know the truth about what Romney’s choice says about him as a candidate and leader, and to stand with President Obama and Vice President Biden at another major moment in this campaign».
19.00
Por sus votaciones en la Cámara de Representantes, Ryan es el candidato a vicepresidente más conservador de la historia. Ni Cheney le supera.
Como decía Paul Krugman:
«Hay dos novelas que pueden cambiar la vida de un adolescente con afición a la lectura: «El señor de los anillos» y «La rebelión de Atlas». Una de ellas es una fantasía inmadura que a menudo genera una obsesión permanente con unos héroes poco creíbles, creando un adulto incapaz de funcionar en el mundo real, sin aptitudes sociales, y con una vida emocional mutilada. La otra, por supuesto, va sobre orcos.»
¿Ayn Rand? ¿No es esa escritora que en público demoniza cualquier interferencia estatal que beneficie a esos vagos e inútiles que no son capaces de cuidar de sí mismos y que, básicamente, no se pagan un seguro médico privado porque no les da la gana (porque en este mundo si no trabajas, es porque no quieres); pero que hace poco usó su nombre de casada (Ann O’ Connor) para que no se supiera que está recibiendo ayuda sanitaria a través del programa federal Medicare (invento satánico aprobado por ese peligroso socialista y presunto islamista llamado Barack Hussein Obama) para tratar su cáncer de pulmón? ¿Es que sus libros no venden lo suficiente para que se pague su tratamiento en una clínica privada, como debería hacer cualquier estadounidense digno de ese nombre? ¿No se da cuenta, señora O’ Connor, que con su insolidaridad está robando el dinero de los contribuyentes, ayudando indirectamente a incrementar el déficit público de los EE.UU.? ¿Cómo es que no se le cae la cara de vergüenza?
Bueno, Danny, si esperas que la inventora del anarcoestalinismo te lea y se indigne lo llevas un poco crudo, porque murió en los ochenta.
Además, no, sus lbros no vendieron lo suficiente a pesar de vender LA HOSTIA se arruinó tratando su cáncer, gracias al magnífico sistema de sanidad norteamericano. Lo cual es apropiadamente irónico, considerando lo mucho que rajaba de la sanidad socializada y de las chorradas esas que fumar mucho causaba cancer.
En fin, qué más decir del equivalente ideológico del cáncer de duodeno. Por lo menos cuando lees a gente como Friedman, Hayek o von Mises te da la impresión de que tienen algo de cerebro sobre sus hombros. Lo que más me sorprende de Rand es que alguien le hiciera caso en algún momento de su vida.
‘La rebelión de Atlas’ significa para el Tea Party lo que ‘Mein Kampf’ significa para los nazis: es su Biblia, su libro de cabecera y el martillo retórico que usan para machacar a sus oponentes.
Pues imaginaos cómo debía ser de austero el plan que presentó Ryan que hasta el New York Times, el Pravda de la derecha paleocristiana americana, lo calificó de «radical». Es como si a Luis María Ansón le da un día por escribir en La Razón que Rajoy se está pasando con los recortes. Romney está acabado, y lo sabe, ahora sólo trata de evitar que el ridículo que le espera el día de las elecciones sea menos bochornoso de lo que pronostican todas las encuestas.