Cuando llega una campaña electoral, los políticos no conocen ni a su padre ni a su madre. Hay que salvar el cuello por encima de cualquier otra consideración. En la sesión de la Diputación Permanente del Congreso celebrada el lunes, volvió a quedar de manifiesto. El muñeco al que todos sacudían era Salvador Illa. No puede quejarse demasiado. El ministro de Sanidad ha realizado múltiples comparecencias en la Comisión de Sanidad del Congreso desde el inicio de 2020. Ahora resulta que abandona este martes la cartera para ser candidato del PSC en las elecciones catalanas y se tendrá que despedir del Congreso a la francesa. Las vacaciones parlamentarias del Parlamento en enero han hecho que Illa no haya aparecido, algo que se podría haber evitado con un poco de voluntad política que el Gobierno no tenía mucho interés en mostrar.
El PSOE ha protegido a Illa desde entonces. El lunes, no podía hacerlo. Tocaba sauna en el Congreso. Lo singular es que, por la cercanía de las elecciones en Catalunya, no fue sólo la oposición la que se puso los guantes de pegar. Esquerra y En Comú Podem se aplicaron también para cercar al que será su gran adversario en las urnas. Hubo una confluencia entre los independentistas catalanes y la derecha con Illa en el punto de mira que se plasmó también en las votaciones. En tres de ellas, salió adelante por una estrecha diferencia la comparecencia del ministro de Sanidad. Se quedará en un gesto simbólico. Será su sucesora –probablemente Carolina Darias– quien se presente en la Cámara esta semana.
ERC estaba realmente enfurecida con el ministro. «Le importan más los votos que las vidas», dijo Carolina Telechea con unas palabras que hubiera firmado sin problemas el PP. No tanto con la frase en la que definió como «un 155 encubierto» la decisión judicial de mantener la jornada electoral en el 14 de febrero. No dijo que las elecciones deben celebrarse de manera anticipada durante la pandemia porque JxCat y ERC no fueron capaces de pactar el nombre del sustituto de Quim Torra para que presidiera el Govern hasta que se completara la legislatura a finales de año. Por tanto, las elecciones quedaban convocadas por imperativo legal, el que describe el artículo 67 del Estatut. Los políticos catalanes tampoco han podido aprobar en décadas una ley electoral propia.
Con independencia de lo que diga el calendario electoral, está claro que la campaña electoral ya ha comenzado. Míriam Nogueras, diputada de JxCat, reservó un par de frases dirigidas a ERC. Las relaciones entre los dos socios del Govern no son buenas, pero no se esperaba que llamara cobardes a sus aliados/rivales. «Ustedes (por el Gobierno) lo deciden todo en Catalunya en los últimos tres años. Y en Catalunya, la respuesta (a la acción del Estado) ha sido acomplejada e intolerablemente servil».
No eran sólo los independentistas los que cargaban contra Illa. Jaume Asens, de En Comú Podem, denunció que en el último mes ha actuado como ministro y candidato, una doble condición que está claro que le ha restado credibilidad. Le acusó de no haberse manifestado como titular de Sanidad sobre la fecha de elecciones. Pretendía que hubiera dicho que estaba en contra de celebrarlas en febrero, lo que ya es mucho pedir, porque el PSC no quería esperar más tiempo. «Es lógico que los ciudadanos se pregunten si ha actuado como candidato. Si el efecto Illa no se convertirá en el suflé Illa». Eso depende de cómo salga del horno.
El Partido Popular también mencionó Catalunya. De forma algo más áspera. José Ignacio Echániz cargó contra la campaña de vacunación (se han puesto 1,3 millones de vacunas). La calificó de «esperpento» y «calamidad». La acusación más grave se refirió a un supuesto tráfico de vacunas no demostrado. Se las han quitado a varias CCAA, entre ellas Madrid, dijo, «y se las han dado a Cataluña y Andorra, qué casualidad, donde votan catalanes». Pronunció la palabra ‘catalanes’ con rabia, como si le hiciera daño en la boca.
Hasta ahora, Catalunya ha recibido 217.020 vacunas y Madrid, 176.615. Catalunya tiene casi un millón más de habitantes que Madrid. Andalucía es a la que más han llegado, 251.420. Es también la comunidad más poblada de España.
Echániz también se quejó de que «no se puedan aprovechar todos los viales», eso que el consejero andaluz llamó «el culillo». Ese fue un problema que tuvieron Madrid y Andalucía, porque muchas de las jeringuillas que compraron no eran adecuadas para obtener una sexta dosis. Sobre los privilegios de los que se saltaron la cola y se adelantaron a lo que marca el protocolo sobre el orden de vacunación, el diputado del PP prefirió no decir nada. Las comunidades en las que se han producido más casos están gobernadas por su partido.
La respuesta de los socialistas a las críticas a la candidatura de Illa y la celebración de las elecciones en febrero fue citar a un alto cargo del Govern. El director general de Procesos Electorales de la Generalitat, Ismael Peña-López, ha garantizado que votar en los colegios electorales será seguro. «De puertas para dentro, el colegio electoral casi no cambiará en nada. Estábamos preparados para que fuera un búnker sanitario», dijo este domingo. Lo que ocurra fuera ya es más difícil de controlar.
Lo que sí ha quedado desbaratada es la previsión con la que trabajó Moncloa para propiciar la candidatura de Illa. Se dijo a finales de diciembre que se produciría en un momento en que el proceso de vacunación estaría ya en marcha y con la segunda ola de la pandemia más controlada que dos meses antes. Sin embargo, la pandemia funciona con tiempos que son muy distintos a los de la política. La situación ha cambiado por completo con cifras descontroladas de contagios. Seis CCAA cuentan con más de mil casos por 100.000 habitantes a 14 días. Sólo cinco tienen menos de 500. Una, Canarias, está por debajo de 250, el punto desde el que comienza el nivel más grave de incidencia.
«España no está yendo bien», dijo Fernando Simón el lunes. Los hospitales vuelven a estar al límite. La ocupación media de las UCI es del 40% sólo por coronavirus. «Nuestro sistema asistencial está otra vez en una situación de máxima tensión».
Salvador Illa se va del Ministerio porque su partido le necesita en Catalunya. En la pandemia, es evidente que su trabajo no había terminado.