Las restricciones al tráfico de coches aprobadas por el Ayuntamiento de Madrid son «ideológicas», ha dicho Íñigo Henríquez de Luna, portavoz adjunto del PP en el Consistorio. Claro que sí. Y por eso es lógico que el PP se oponga a estas medidas. Su ideología es diferente.
Luego están los datos, que no son tan importantes. Cada año mueren de forma prematura unas 16.000 personas en España –unos 250.000 en Europa– por los efectos de la polución, según la Unión Europea. Ataca especialmente a niños, ancianos y los que tienen problemas respiratorios. La OMS recomienda que no se superen los 40 microgramos de NO2 gaseoso por metro cúbico de media anual, pero también recuerda que superar concentraciones superiores a 200 microgramos por metro cúbico durante un espacio corto de tiempo, como ahora en Madrid, tiene efectos negativos en la salud al provocar inflamación en las vías respiratorias.
Pero eso son los datos. En el PP saben que los datos –por no hablar de los expertos– no son tan importantes como la ideología. Y eso es algo que hay que proteger por encima de la salud de las personas. Del buenismo. Del intervencionismo del Estado.
Además, todo depende de dónde coloques las estaciones de medición del aire. Si las pones en otro sitio, seguro que los resultados no son tan alarmantes y no es imprescindible tomar medidas ideológicas.
Niños, ancianos y personas que tosen mucho. Esos salen perdiendo con la polución causada por los vehículos, sí. ¿Pero que hay del dinero que dejan de ganar los comerciantes en estas fechas tan señaladas? ¿Qué hay del ataque que supone al libre mercado? ¿Qué pasa con el derecho inalienable a usar mi coche que no está en la Constitución española porque se hizo en una época llena de derechistas acomplejados? Eh, yo no he atropellado a ningún anciano, pero si la vida del anciano está en peligro por los gases de mi coche, no es culpa mía. Yo sólo conduzco un vehículo homologado cuya fabricación ha generado muchos puestos de trabajo. Todo tiene un precio. En la economía de mercado, unos salen ganando y otros perdiendo, y los segundos casi siempre tienen la culpa. Si no tienen dinero para comprarse una casa en las afueras, algo habrán hecho.
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