En un cliché siempre estimulante en las películas de acción, el protagonista se encuentra ante la tarea de desactivar una bomba y el dilema se reduce a cortar el cable rojo o el azul. Eso sin contar con el reloj digital con la cuenta atrás que suele plantear otra duda. ¿Por qué los malos se toman la molestia de instalar un reloj en el artefacto explosivo? ¿Por qué no ponen los dos cables del mismo color? ¿Para ponérselo más fácil a los buenos? Eh, no te precipites. Tienes todavía dos minutos. Piénsalo bien. ¿Cable rojo o cable azul?
Pedro Sánchez lleva ya dos prórrogas del estado de alarma eligiendo el cable azul. Llamada a Inés Arrimadas. ¿Qué puedo hacer por ti? Clac. Ya está. Cable cortado. Abrazos. Sonrisas. Hemos salvado el mundo. The End. Títulos de crédito. Se encienden las luces del cine. Hasta la siguiente secuela.
En otras películas, las que son un poco malas, lo que ocurre es que tras desactivar una bomba se descubre que hay otra, con sus correspondientes cables y cuenta atrás. Ese es el problema de Sánchez. La bomba del estado de alarma es un asunto muy serio. No lo es menos la bomba de la legislatura. Y cada vez que corta el cable azul, el mecanismo del segundo explosivo se acelera. Queda tiempo, pensará Sánchez. Cuidado. No le llaman la cuenta atrás por nada.
Ahora la prioridad es sacar adelante las medidas excepcionales con las que combatir la pandemia y después ya se verá. Se lo dijo con frialdad la portavoz socialista, Adriana Lastra, a Gabriel Rufián: «Le dije que para el Gobierno no había nada más importante que sacar la prórroga del estado de alarma. Usted dijo que para Esquerra era imposible votar que sí. Lo demás, son matemáticas».
«No es nada personal, Sonny. Son sólo negocios». Negocios parlamentarios.
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