El trío del PSOE ya está en la pista de baile. Susana Díaz no ha dado los primeros pasos, pero ya ha dado una fecha para su entrada en escena. Eso ya es un alivio para los barones regionales del partido que lo han dado todo por ella y que estaban empezando a ponerse nerviosos. Se cargaron a Pedro Sánchez, pero el muerto ha resultado estar muy vivo. Ahora ya tienen la seguridad de que Díaz será candidata, pero siguen estando nerviosos. Como un flan.
Sánchez estuvo este fin de semana en Cádiz –no exactamente un feudo de Díaz–, donde consiguió otro gran recibimiento. El exsecretario general del PSOE ahora es el líder de un movimiento insurgente sin apoyo de los líderes regionales y con el único sustento de los fondos de un crowfunding que resultó ser bastante más dinero del que sus rivales pensaban que podían recaudar.
Más motivos para ponerse nerviosos. El control del aparato te da avales, decenas de miles de ellos, pero nunca puedes estar seguro de que te dé los votos necesarios. Que se lo pregunten a Almunia.
¿Hasta dónde llega la resurrección de Pedro Sánchez? El joven elegido por Susana Díaz para frenar a Eduardo Madina cuando Rubalcaba se rindió a la evidencia y aún era demasiado pronto para la presidenta andaluza no era entonces alguien que se caracterizara por unos determinados valores ideológicos. Era sólo otro joven dirigente con poco presente y mucho futuro, no tanto como para estar en condiciones de impedir el advenimiento de Susana Díaz.
Un radical, no era. Eligió a Jordi Sevilla como su principal asesor económico. Sevilla había sido jefe de gabinete de Pedro Solbes durante cinco años. No, su asesor no era tampoco un radical.
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