En las primarias que enfrentaron a Clinton y Sanders, se habló durante un tiempo de la posibilidad de que ningún candidato obtuviera el número mínimo de delegados para asegurarse la candidatura y de que estuviéramos ante una ‘convención abierta’, donde entrarían en acción los superdelegados.
Es demasiado pronto para llegar a ese punto ahora tras el combo Iowa-NH. Eso desde luego no va a impedir las especulaciones en estos tiempos de opiniones rápidas. Lo que parece claro es que hay seis candidatos –y aquí hay que incluir a Michael Bloomberg– que seguirán en la carrera hasta el supermartes. El 3 de marzo habrá primarias en 14 estados (más los demócratas inscritos en el extranjero). Se repartirán 1.357 de los 3.979 delegados en liza.
El problema de los demócratas es que sus primarias asignarán los delegados de forma proporcional a los votos recibidos a partir de un mínimo. Las diferencias entre candidatos pueden resultar muy pequeñas con un plantel tan nutrido. Eso ha sido habitual en la última década entre los republicanos, pero estos conceden todos sus delegados al ganador en muchos estados, con lo que es más fácil destacarse sobre los rivales.
Así que sí, esta vez volverá a hablarse de los superdelegados (cargos electos y del partido que tienen garantizado su voto en la convención). Este año son 775. Los cambios aprobados en 2018 les impiden votar en la primera votación, si la hay, no en las posteriores. Si hay que fiarse de los precedentes, todo esto será irrelevante. En las últimas décadas se ha llegado a la convención con el nombre del vencedor asegurado, pero siempre hay una primera vez para todo.
Bernie Sanders ganó en votos a Pete Buttigieg en NH por una distancia muy reducida (25,8%-24,5%, una diferencia de 3.940 votos). En número de delegados conseguidos, reciben los mismos, nueve. Los votos son muchos menos que los que obtuvo en 2016, pero la comparación no tiene mucho sentido, porque el número de contrincantes es mayor.
Realmente, es prematuro considerar favorito a Sanders. Varios medios lo han hecho ya. Es cierto que en una competición larga y sin muchas deserciones entre los seis antes citados (Sanders, Buttigieg, Biden, Warren, Klobuchar y Bloomberg), los votantes centristas tienen varias opciones, mientras que el senador de Vermont goza de un claro predominio entre los más progresistas. Eso le puede dar de entrada una ventaja. Sin embargo, aquí hay que volver al tema de una competición abarrotada. Cuantos más candidatos aguanten, más difícil es que uno de ellos llegue al número necesario de delegados para asegurarse la victoria.
Sanders cuenta con dos activos que suelen ser cruciales en una campaña. Más dinero que sus adversarios y una infraestructura de voluntarios más amplia en un país de dimensiones continentales.
Los datos de la ‘exit poll’ de CNN revelan que la edad y la clase social son factores decisivos en el voto a Sanders y Buttigieg. El primero arrasa entre los votantes de 18 a 29 años (47%) y entre 30 y 44 (39%). El segundo reparte sus apoyos de forma similar con independencia de la edad de sus partidarios.
Por ingresos, entre los que cobran entre 30.000 y 50.000 dólares, Sanders se destaca con un 34%. Buttigieg gana, también con un 34%, entre los que están entre los 100.000 y 200.000. Los votantes del segundo están más preocupados por el cambio climático y la política exterior. Los de Sanders por la sanidad y la desigualdad. Los que quieren políticas más progresistas que las de Obama votan a Sanders en un 43%. Los que quieren volver a los principios de Obama votan a Buttigieg en un 28%.
Buttigieg es la sorpresa de las primarias, básicamente porque no es lo que son los otros. Es joven, 38 años, y es blanco. Los demás no suman las dos características. Su activo no es la experiencia política. El mayor cargo que ha tenido es el de alcalde de la cuarta ciudad de Indiana (población: 104.000 habitantes). El mayor problema para Buttigieg es que su apoyo entre la comunidad negra y latina es cercano a cero. «Ya admiraba al senador Sanders cuando era estudiante de instituto», dijo en New Hampshire en una forma elegante de llamarle viejo.
Buttigieg no es Obama. No es alguien que cautive a las masas, aunque ha cometido pocos errores no forzados. En la precampaña, la primera ‘gran esperanza blanca’ era Beto O’Rourke, que recibió una atención desproporcionada en los medios. Duró menos que un charco en una carretera de Texas en verano. Buttigieg ha demostrado ser más resistente.
La senadora Amy Klobuchar ha resucitado cuando importa con un 19,8% en NH. Necesita traducir ese apoyo y la atención despertada en los medios en dinero cuanto antes. De otra manera, no podrá competir en condiciones en el supermartes. En el último trimestre de 2019, recaudó 11,4 millones de dólares. Era su mejor cifra y también una tercera parte que Sanders y la mitad que Biden, Warren y Buttigieg. Ha gastado una parte considerable de sus fondos en New Hampshire.
Lo peor para Elizabeth Warren no es el 9,3% de NH y quedarse a 48.000 votos de Sanders, sino que confirma una tendencia a la baja iniciada hace más de un mes. Su enfrentamiento con el senador por unos supuestos comentarios de este a cuenta de las pocas posibilidades de que una mujer llegue a presidenta no le dejó en buen lugar. Parecía un gesto desesperado por desgastar a Sanders. Su campaña es sólida y muy disciplinada a la hora de explicar su mensaje. Es sólo que no ha encontrado el número suficiente de seguidores como para destacarse sobre los demás.
Por último, queda el favorito que en realidad no lo era tanto. Siempre que se ha presentado a unas elecciones presidenciales, Joe Biden ha sido un mal candidato. Ni cuenta con un mensaje claro de por qué quiere ser presidente ni tiene carisma de líder. Su idea de que será capaz de recibir el apoyo de republicanos moderados choca con la realidad. Los votantes de ese partido están muy satisfechos con Trump o se conforman con que sea reelegido, según las encuestas. En New Hampshire, tiró la toalla antes de tiempo. Para Biden, aunque obtenga buenos resultados en las citas de Nevada y Carolina del Sur, lo que es probable, el supermartes es una pelota de partido. No sería el primer supuesto favorito que muere al poco de empezar (recuerden a Rudy Giuliani y Jeb Bush en los republicanos).
Hay que reservar una bola extra para Donald Trump que debería preocupar a los demócratas. También hubo primarias para los republicanos. Sólo para demostrar el nivel de apoyo al presidente. Ahí Trump obtuvo 118.774 votos, muchos más que Obama, Bush, Clinton y Reagan en NH en los años en que se presentaban a la reelección. A día de hoy, Trump es favorito para conseguir la victoria en noviembre, que es algo que no pueden decir ninguno de los candidatos demócratas.