Cuando las primarias demócratas acaban de empezar, ya parece que tenemos los resultados de una competición en la que sólo está en liza un delegado, muy importante para los medios norteamericanos. Se trata de las primarias del Kremlin, un ejercicio especulativo sobre a qué candidato apoyará el presidente ruso, Vladímir Putin. The Washington Post y luego The New York Times dieron el resultado el viernes para colocarlo después en sus portadas del sábado.
El elegido es Bernie Sanders. La fuente son los servicios de inteligencia norteamericanos que informaron al senador hace un mes sin que entonces trascendiera. Probablemente, se supo porque los servicios informaron hace una semana a los comités de inteligencia del Senado y la Cámara de Representantes, donde contaron también que Moscú pretendía interferir en la campaña a favor de Donald Trump. Alguien, entre los republicanos o los demócratas, tomó nota y habló con los medios.
¿Cómo se está produciendo esa supuesta interferencia en favor de Sanders? En ninguno de los dos artículos aparece información concreta al respecto. Por tanto, en estos momentos es imposible saber si puede o no ser relevante, más allá de la conocida intención rusa de crear divisiones entre sus adversarios y generar desconfianza en sus sistemas políticos.
La prioridad máxima de la propaganda rusa es obviamente defender los logros de su Gobierno. De cara al exterior, se dedica más a desprestigiar a los rivales de una manera u otra.
La difusa información recibida sí sirvió para generar titulares en los medios y una porción considerable de ruido en un evento ya de por sí tumultuoso como las primarias. Sirve para alimentar la idea de que Sanders no es un auténtico candidato demócrata o que su radicalismo es extraño al sistema político norteamericano, y que por eso es atractivo para Putin. O presentarlo como la versión demócrata de Trump, es decir, un político del que el establishment desconfía por lo que pueda hacer en la Casa Blanca.
Ante esas sospechas, Sanders lanzó el viernes un ataque a Putin en términos que no son los que suele utilizar Trump. Le llamó «matón autócrata» en un comunicado y después en un mitin siguió en la misma línea: «Si soy elegido presidente, se lo aseguro, no va a interferir en las elecciones americanas».
Bernie Sanders: “Here is the message to Russia: Stay out of American elections. … That is what they did in 2016 and that is the ugliest thing they are doing, is they are trying to cause chaos, they are trying to cause hatred in America” https://t.co/QNDlQR05Si pic.twitter.com/YY4T1Ey0Et
— CNN Politics (@CNNPolitics) February 21, 2020
Algunos artículos periodísticos son legítimos, pero se convierten en sospechosos cuando se publican inmediatamente después de una noticia determinada. Es lo que hizo The New York Times con uno titulado ‘Bernie Sanders, the Teflon Candidate, Faces Sudden New Tests’ un día después de que se informara sobre la presunta intervención rusa. El típico encargo que se hace en una redacción, en este caso dando por hecho que Sanders lo tendrá difícil para encajar la información sobre esa misteriosa implicación rusa. El punto de vista es discutible: si fuera imposible que las críticas a Sanders le hicieran daño, habría ganado las primarias de 2016 ante Clinton. Por no hablar de la referencia en el primer párrafo al apoyo de Sanders a los sandinistas en los años 80 y su «luna de miel en la Unión Soviética».
El problema para muchos medios norteamericanos es que analizan la campaña de Sanders casi exclusivamente en función de los datos de las encuestas. Parten de la idea de que él no debería estar tan arriba. Si los sondeos lo colocan por delante, tiene que haber alguna razón que explique esa ‘anomalía’. No se paran a pensar si existe la posibilidad de que un porcentaje importante de votantes demócratas esté a favor de las ideas que defiende Sanders.
La ‘exit poll’ hecha durante el caucus de Nevada, que acabó con una clara victoria de Sanders, indica que esos votantes, en torno a un 60%, apoyan su idea de crear un sistema de sanidad universal financiado por el Estado. Está por ver que en el resto del país la gente muestre ese nivel de entusiasmo, pero las primarias consisten en eso, en saber qué opinan los votantes de cada partido. Y el que conecta mejor con ellos tiene muchas posibilidades de ganar.
Volviendo a la conexión rusa, y a la forma exagerada con que se presenta en los medios, estos deberían mostrar algo más de escepticismo sobre todo lo que salga de la Casa Blanca. Según Jake Tapper, de CNN, algunas fuentes de inteligencia tienen dudas sobre la información difundida en público por el consejero de Seguridad Nacional. No es eso lo que dicen los datos obtenidos por los servicios de inteligencia, mucho más difusos de lo que indican los titulares.
En otras palabras, ¿cómo puede saber Putin, o sus asesores, quién puede ser el candidato que mejor convenga a sus intereses entre los demócratas, porque quizá sea el más débil frente a Trump?
La ventaja de Sanders en Nevada fue muy clara en casi todos los parámetros que se puedan considerar en un Estado que hace unas semanas se creía que podría ser favorable para Joe Biden. Un 60% en los votantes menores de 30 años, un 48% en los menores de 45 años, un 30% entre las mujeres (el siguiente, Biden con un 16%), un 38% entre los hombres (el siguiente, Buttigieg con un 16%). Y un 53% entre los latinos (el siguiente, Biden con un 16%).
El martes, se vota en Carolina del Sur, donde se esperaba una victoria muy clara de Biden antes de que su campaña se fuera diluyendo. La media de RealClearPolitics da al exvicepresidente un 24,5% y un 21,5% a Sanders. Después, el supermartes, en el que estarán todos los candidatos actuales con la inevitable dispersión de voto y donde Sanders puede adquirir una ventaja en número de delegados que empezará a parecer insuperable para el resto de candidatos.
Lo mismo Putin ya no tiene que preocuparse por las primarias demócratas.