El último debate entre Clinton y Sanders en Nueva York ha arrojado un momento inusual en la política norteamericana. Dos candidatos a la presidencia de uno de los dos partidos presentan una visión completamente diferente sobre la responsabilidad de los gobiernos israelíes en su guerra permanente contra los palestinos. Y también sobre la conducta de EEUU. No fue una sucesión de frases hechas y compromisos oídos mil veces antes, sino una auténtica, aunque breve, discusión.
Sanders tuvo el valor de reafirmarse en la opinión expresada unos días antes. El senador de Vermont había destacado la desproporción de la respuesta israelí en Gaza a los ataques con cohetes a partir de la cifra de civiles palestinos muertos o heridos. Le preguntó por ello el moderador y no se echó atrás ni alegó que le habían malinterpretado antes. «Si me pregunta si fue un ataque desproporcionado, como se lo preguntaron muchas personas en todo el mundo, le diré que lo fue».
Al ser un debate en Nueva York, un sitio donde la gente no tiene complejos a la hora de expresar sus opiniones en público y donde había partidarios de ambos candidatos, hay que anotar la respuesta en ese y otros momentos en los que Sanders se atrevió a criticar la posición, digamos, oficial de los políticos norteamericanos en relación a Israel. Fue ovacionado por una parte importante del público.
Sanders también sacó a relucir la situación dramática de los habitantes de Gaza, por el alto índice de paro, por la situación terrible en que se encuentra su sistema sanitario y escolar, ejemplos de una empatía que no suele mostrar ningún político de su país en una discusión en la que estén presentes los intereses de Israel.
Esa era la prioridad de Hillary Clinton, defender en todo momento la posición israelí. Cuando le hicieron la misma pregunta que a Sanders, ignoró la referencia que hizo su rival sobre las víctimas civiles y excusó cualquier respuesta de los gobiernos de ese país. Y en esa misma respuesta, afirmó que si Yaser Arafat hubiera aceptado la oferta que le hizo Israel en el año 2000, habría un Estado palestino desde hace 15 años.
Sin entrar ahora en si Clinton tiene razón o no en esa declaración cuando menos discutible, está claro que pretendía culpar a los palestinos de lo ocurrido desde entonces. Sanders le dijo que no había respondido a la pregunta sobre el ataque «desproporcionado» a Gaza. Clinton volvió a insistir en la responsabilidad de los palestinos y acusó a Hamás de la situación actual al haber convertido a Gaza en un «refugio para terroristas».
Sanders dijo después que no habrá paz en Oriente Medio «hasta que EEUU no juegue su papel de forma imparcial», lo que da a entender que hasta ahora no lo ha hecho: «Si queremos que haya paz allí, tendremos que tratar al pueblo palestino con respeto y dignidad». Eso era una crítica directa a Clinton por su etapa de secretaria de Estado.
Luego consiguió meter a su rival en una situación apurada: «Llega un momento en que si nuestro objetivo es la justicia y la paz, vamos a tener que decir que Netanyahu no tiene la razón siempre», en relación a la incapacidad norteamericana de pedir cuentas al político que ha dominado la política de su país en la última década. Ahí hubo otra ovación, porque Netanyahu, que hizo todo lo posible por boicotear las negociaciones de la Administración de Obama con Irán, no debe de ser muy popular entre la base del Partido Demócrata. Clinton sonrió –bien por los nervios o porque se lo veía venir– y se dedicó a excusar las decisiones de Netanyahu sin atreverse a citarlo por su nombre o elogiarlo directamente.
Bravo to Sanders for saying that Israel’s assault on Gaza was disproportionate! Truth in a campaign! Wonders never cease!
— Nicholas Kristof (@NickKristof) 15 de abril de 2016
Varios periodistas de medios importantes elogiaron a Sanders por sus referencias a Israel por su capacidad para romper un tabú en la política norteamericana. Alguien como él, de origen judío pero no practicante, que vivió de joven en Israel, que tiene familiares allí, es capaz de criticar a un Gobierno israelí por la conducta de sus Fuerzas Armadas y sentir compasión por la situación en que viven los palestinos.
La discusión tendrá probablemente una influencia escasa en el resultado de las primarias demócratas de Nueva York. Las posiciones de ambos candidatos están ya muy definidas en una contienda que se prolonga desde hace tiempo. Pero este debate ha ofrecido una estampa nada frecuente en unas elecciones norteamericanas. Ver un debate televisado en el que un candidato defiende que los palestinos son seres humanos que sufren y que tienen derechos, y que la discusión sobre el conflicto israelí-palestino no empieza y acaba en la defensa de los intereses de los gobiernos israelíes con independencia de cuál sea su política.