Pablo Casado se ha puesto de puntillas y ha empezado a pegar saltos para que le vea el Tribunal Supremo. Aquí, aquí, estoy aquí. Quiero recurrir contra los indultos de los presos del procés. Pero ni usted ni su partido estaban personados en la causa que acabó con la condena de los acusados. No importa, soy parte perjudicada, porque el Gobierno ha traicionado a todos los españoles y yo soy español. Ya, pero la justicia no funciona así. Espere, querían matarme, estoy vivo de milagro, soy una víctima del terrorismo. ¿Esa gente que quería matarle está en la cárcel? No, les pusieron en libertad bajo fianza, una no muy grande. ¿Y cómo sabe que pretendían matarle? La Guardia Civil dice que hicieron búsquedas en Google con mi nombre.
Casado, hiperactivo y presa de los nervios, está tan escandalizado por los indultos por ser una medida que va contra la ley, según dice, que ha decidido que la ley debe adaptarse a su situación personal. Bajo el principio de que empiezas haciendo búsquedas de Google y acabas tirando las torres gemelas, el líder del PP está indignado por el hecho de que nadie del Gobierno le avisara en 2019 de estos supuestos planes violentos.
La realidad jurídica de los recursos ante los indultos está limitada por lo que dicen la ley y el Tribunal Supremo en sus sentencias. Sólo pueden presentarlos aquellos que sean «partes interesadas», no en un sentido general, sino procesal y específico. Eso incluye obviamente a las acusaciones personadas en esa causa (Fiscalía y Abogacía del Estado) y en su caso la acusación particular. Esto último también pone en duda un posible recurso de Vox, que intervino como acusación popular en el juicio del procés. La Sala de lo Penal del Supremo impidió que Vox presentara un informe ante el tribunal sobre la concesión del indulto. Si no les dejaron opinar a priori, sería muy extraño que otra sala del Supremo les conceda el estatus necesario para interponer un recurso.
El PP no intervino en ese proceso, pero cree que los juicios son como las tertulias de la tele. Sólo tienes que presentarte allí para que te hagan caso. Como presentar una denuncia en un juzgado de guardia. Ciudadanos opina lo mismo mientras su portavoz, Edmundo Bal, que intervino en causas del procés como abogado del Estado, continúa afirmando que se dio un «golpe de Estado», algo que el Tribunal Supremo descartó en la sentencia al condenar por sedición y no por rebelión en términos que casi eran sonrojantes para los promotores de esa idea. Teniendo en cuenta los hechos probados que aparecen en la sentencia y la valoración que de ellos hizo el tribunal, los diputados de PP y Cs no han asumido la realidad de lo que realmente ocurrió en Catalunya a partir del 1 de octubre.
La oposición ha argumentado en los últimos días que el Gobierno ha concedido una gran victoria a los independentistas y por tanto ha «humillado» a todos los españoles. Casado estaba tan empeñado en sostener esa tesis en la entrevista que dio a Onda Cero que dijo que «los independentistas nunca mienten», parodiando esa frase de Jaime Mayor Oreja –»ETA mata pero no miente»– que tanta perplejidad causó en su momento. Se refería al comentario de Oriol Junqueras de que los indultos «demuestran la debilidad del Estado». Si el Estado fuera tan débil, no habría pasado tres años y medio en prisión.
Cuando los independentistas asuman las condiciones de su salida de prisión, no van a quedar muy contentos. Se mantiene la pena de inhabilitación y la excarcelación se condiciona a que no cometan nuevos delitos en los próximos años. En cierto modo, quedan en libertad condicional.
En la pugna con Carles Puigdemont y Junts por no parecer demasiado contento con los indultos, Pere Aragonès dijo el martes que, al decretar las medidas de gracia, el Gobierno de Pedro Sánchez «reconoce que las condenas fueron injustas», según la interpretación del presidente de la Generalitat. No es eso lo que ha dicho Sánchez ni aparece por ningún lado en los informes incluidos en los nueve expedientes de indulto.
Es más, se dice lo contrario. Afirma que los dirigentes del procés no fueron condenados por sus ideas, sino por «la comisión de unos actos contrarios al ordenamiento jurídico», que es lo que sostuvo la Fiscalía en el juicio y el tribunal en la sentencia. Niega que los indultos «vacíen de contenido» la sentencia que les condenó y defiende que la medida «no quebranta en absoluto el prestigio» del Tribunal Supremo.
Junts mantiene la apuesta por la confrontación con el Estado español y desdeña los mensajes de Sánchez en favor de la concordia y el diálogo. Para Puigdemont, el presidente se desplazó a Barcelona para «vender humo». En el «reencuentro» no aparecerá su partido. Al ministro Miquel Iceta se le ocurrió citar a San Francisco de Asís en el Senado: «Donde hay odio, siembre amor. Donde haya injuria, perdón. Donde haya discordia, armonía». Pero no hay mucha armonía en las palabras del vicepresidente de la Generalitat, Jordi Puigneró, que ha dicho que si no se convoca un referéndum de independencia en dos años, volverán a la vía unilateral, la misma que llevó a prisión a nueve dirigentes de ERC y Junts.
La división entre los dos principales partidos independentistas es evidente en sus declaraciones y en las de sus partidarios en redes sociales. Ni siquiera los presos son respetados. Las críticas a los que han recibido las medidas de gracia con algo de satisfacción han llegado hasta Jordi Sànchez, que es secretario general de Junts. Los más radicales los acusan de traidores.
Pero lo que más debe preocupar al movimiento independentista, y que justifica la cautela de ERC y su apuesta por no utilizar el Govern como ariete contra el Gobierno, como hizo Quim Torra con no demasiado éxito, es la escasa movilización en la calle en las últimas fechas. Las protestas contra la visita de Felipe VI y la cita de Sánchez en el Liceu sólo reunieron a un puñado de personas.
«El independentismo radical prepara el colapso de Barcelona para boicotear el acto de Sánchez», se titulaba en la prensa de Madrid hace unas fechas. Lo único que colapsó la concentración apoyada por la ANC y la CUP fue una calle.
En su declaración del martes para justificar los indultos, Sánchez dijo que espera que sirvan para «restablecer la convivencia y la concordia» en la sociedad catalana y la española. Con tanta gente hablando de traición en Madrid y Barcelona por razones diferentes, no se puede negar que se trata de un objetivo a largo plazo, porque en lo inmediato son muchos los que quieren atizar la hoguera, aunque sean minoría en el Congreso de los Diputados.
El padre Iceta deberá seguir recurriendo al santoral para predicar la buena nueva.