El nivel de la decepción sufrida por Donald Trump en el caucus de Iowa se mide en un dato. A la hora en que escribo esto, el millonario lleva 12 horas sin tuitear. Su cuenta de Twitter que utiliza siempre a través del móvil ha sido un elemento básico de su estrategia de campaña y fuente además de noticias para los medios de comunicación.
En estas primarias que han desmentido muchas tendencias habituales en los procesos electorales de EEUU, al final se ha vuelto a lo clásico en Iowa: ha ganado un candidato del ala más derechista del Partido Republicano con un mensaje volcado en los valores religiosos y que contaba con una buena organización territorial con mucho dinero para gastar y voluntarios disponibles para mover el voto hasta en el lugar más recóndito. Además, Cruz no ahorró en combustible. Visitó cada uno de los 99 condados del Estado. Esos factores te dan la victoria en un Estado como Iowa –también la disfrutaron antes Mike Huckabee y Rick Santorum sin que eso les convirtiera en el gran rival a batir–, pero no te convierten necesariamente en favorito.
(Hay pronósticos periodísticos que no se cumplieron. No fue cierto que un aumento de la participación perjudicaría a Cruz y Clinton. Los caucus de 2016 tuvieron la segunda mayor participación de la historia, por detrás de 2008.)
Pero sería un error creer que todo volverá a la norma no escrita en las primarias. No con Donald Trump de por medio. Los analistas siempre han dicho que él no resistirá durante mucho tiempo el impacto de una derrota o un segundo puesto allí donde lo dio todo para ganar. Su aura de ganador, su retórica habitual contra los rivales, los medios que le critican o cualquier persona que le caiga mal, a los que tilda con frecuencia de «perdedores», hace dudar de su capacidad para encajar el golpe y seguir adelante. Son los mismos analistas que dijeron hace tiempo que Trump estaba acabado o en proceso de autodestrucción después de haber vulnerado alguna regla sagrada de las campañas republicanas (la última, despreciar a Fox News). Estaban equivocados antes, puede que lo estén ahora.
El mayor problema para Trump es que lo ocurrido en Iowa se convierta en tendencia. En sondeos donde lo que se expresa es el apoyo a las críticas y denuncias de un candidato, Trump puede cotizar alto por apelar al cabreo más intenso sentido por los votantes republicanos contra el sistema político. Pero cuando toque en cada Estado votar en primarias muchos recordarán que él no es en realidad un conservador pata negra.
Lo cierto es que una vez que comienzan las primarias es un error creer que son las encuestas nacionales las que marcan la tendencia. Los candidatos que han ganado las últimas primarias en cada Estado son los que acaparan la atención de los medios y los que ven aumentada su capacidad de recaudar dinero. Ganar es el camino más adecuado para seguir ganando.
Gloria a Dios en los cielos
«To God be the glory», dijo Ted Cruz en el estrado en el arranque del discurso de la victoria. Quizá muy apropiado para la audiencia evangélica que le ha llevado a la victoria. También no deja de ser una apelación similar al «Allahu Abkar» (Dios es grande) de los musulmanes, que a fin de cuentas no tiene por qué ser una invocación integrista, sino un reconocimiento de la gratitud a Dios.
No son sólo las expresiones religiosas las que convierten a Cruz en un fundamentalista, y en más de un campo. Es uno de los líderes naturales del Tea Party en el Congreso, pero a diferencia de muchos de sus colegas de ese campo, no es el conservadurismo fiscal lo único que le motiva. Su rechazo de la reforma sanitaria de Obama es tan radical que le llevó a provocar el cierre temporal de la Administración federal. Se opone al aborto de forma que no le importa recibir el apoyo de personas o grupo que aceptan el uso de la violencia contra clínicas donde se practican abortos o se dan consejos sobre planificación familiar. Y algunos de esos ultras han sido nombradas para trabajar en la campaña de Cruz en estados del sur.
Cruz es también un radical en su forma de trabajar. Su reputación entre otros senadores republicanos es horrible. Para muchos, es incapaz de trabajar en equipo, de escuchar puntos de vista ligeramente diferentes al suyo; para otros es simplemente idiota.
Rubio y los neocon
El resultado de Iowa da un impulso a Marco Rubio, cuyo tercer puesto con el 23% le coloca en primera posición de la otra carrera, el ranking de los candidatos que no se llaman Trump ni Cruz, la preferida por el establishment republicano. Las encuestas del día de votaciones indican que muchos de sus votantes se decidieron por él en el último momento. Su porcentaje superó con holgura el 15% que le daba el sondeo más citado en los últimos días, el publicado por el diario Des Moines Register.
Rubio ha sido presentado en muchos artículos como la alternativa moderada (o no demente en algunos casos) a Trump o Cruz, cuando en realidad no lo es.
Lo era antes de las primarias al estar dispuesto a aprobar una reforma del sistema de inmigración que hiciera posible la regularización de la situación de muchos sin papeles que residen en EEUU desde hace años y que pueden demostrar arraigo. Obviamente, cuando se presentó en las primarias había ya pocos indicios de que estuviera dispuesto a llegar tan lejos, ya que entre los republicanos todo lo que no sea mano dura contra los inmigrantes se considera un suicidio político.
Responsible establishment candidate Marco Rubio wants a $4 trillion tax cut, a war with Iran, a balanced budget, and to shut down mosques.
— Matthew Yglesias (@mattyglesias) February 1, 2016
Donde Rubio sí que es el favorito es en la carrera por elegir al candidato más cercano a los neocon. En los casos de Irán y Cuba, pretende revertir los acuerdos promovidos por Obama y volver a la política de confrontación total con estos países. Ahora que muchos republicanos muestran su escaso interés por iniciativas imperiales tras el fiasco de Bush, Rubio mantiene ideas belicistas que harían más probable las intervenciones militares de EEUU en el exterior. Resulta aún más revelador que Rubio haya cortejado el apoyo del multimillonario Sheldon Adelson, el más influyente embajador de Netanyahu en EEUU, para el que la clave de su cuenta corriente pasa por un apoyo completo y ciego al primer ministro israelí. De entrada, el senador de Florida ya cuenta con el dinero de Paul Singer, otro millonario de ideas similares a las de Adelson.
How the #IowaCaucus played out in 6 swipes.https://t.co/I55KfJ4MUr pic.twitter.com/K9kOIgvsCT
— NYT Graphics (@nytgraphics) febrero 2, 2016
Clinton, tan favorita como vulnerable
Los demócratas han anunciado esta tarde el resultado definitivo del caucus de Iowa con una victoria de Hillary Clinton de 0,2 puntos, lo que viene a ser un empate. Cómo habrá sido la cosa que en seis distritos, el recuento de partidarios de Clinton acabó en un empate y la decisión de asignar cada delegado a Clinton o Sander se dilucidó por el viejo sistema de lanzar una moneda al aire. Para los amantes del azar: en esos seis casos, el cara o cruz favoreció a Clinton.
La primera impresión de muchos, que ya veían venir otro cataclismo de la ex secretaria de Estado como en 2008, ha sido declarar que la antes favorita y luego no tanto ahora vuelve a ser favorita. En un Estado propicio para Bernie Sanders (con un 91% de blancos y en el que cuatro de cada diez votantes demócratas se identifican como socialistas), alcanzar sólo un empate es un resultado que se le queda corto.
Pero un proceso electoral tan largo como el norteamericano es precisamente eso, un proceso en que importa de dónde vienes, en qué punto estás ahora y hasta dónde puedes llegar. Y si tenemos en cuenta que hace casi un año Clinton tenía una ventaja de cerca de 60 puntos sobre Sanders, se puede decir que el senador de Vermont no podría haber empezado mejor las primarias. Otra cosa es que Clinton sigue siendo más fuerte en ciertos sectores sociales y que goza del apoyo generalizado del establishment del partido. Esos factores peligran si el entusiasmo está más en el lado del rival.
Un 84% de los asistentes demócratas a los caucus de menos de 30 años votaron a Sanders. Y el 62% de los que tienen entre 30 y 39 años. No son sólo los más jóvenes los que tienen esperanzas en este hombre de 74 años.
Ahora miremos al otro lado. Un 69% de los que tienen más de 65 años votaron a Clinton. Y el 58% cuya edad va de 50 a 64 años. Como en otros países occidentales, hay en las primarias demócratas una inmensa brecha generacional que condiciona el apoyo a los candidatos. No es muy diferente a lo que ha pasado en las elecciones de 2015 en España y Gran Bretaña, si en vez de candidatos nos fijamos en los partidos. La edad se ha convertido en un factor diferencial en las preferencias de los votantes en los países occidentales.
Como la gente mayor vota más que los jóvenes, digamos que ahí Clinton tiene ventaja. Pero no olvidemos un dato esencial: Hillary es una mala candidata que sólo en contadas ocasiones o con algunos temas es capaz de transmitir con pasión aquello en lo que cree. Y los votantes demócratas tienen una idea clara: su experiencia política es innegable, pero con ella resulta ingenuo creer que habrá algún cambio en política económica o prácticamente en cualquier tipo de política.
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Because I was told I could not do well in Iowa, I spent very little there – a fraction of Cruz & Rubio. Came in a strong second. Great honor
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) February 2, 2016
Una eternidad de tiempo después, Donald Trump despertó en Twitter para confirmar que aún sangra por la herida. Un poco como en la fábula del zorro y las uvas, ahora Trump dice que Iowa estaba muy verde para él.