Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida ya no van por la vida sonriendo o hablando en plan cheli a los periodistas para demostrar que todo les resbala cuando les atacan y que están condenados a ganar en todos los frentes. Toca disimular o caer en eso que denota que un político está aterrorizado, es decir, negarse a responder a una pregunta. Ha sido un Halloween brutal para el PP madrileño, sin disfraces ni caretas porque en realidad ya nadie disimula. Esos ‘amigos para siempre’ que eran Pablo Casado y Díaz Ayuso han comprobado que su relación es sólo un triste reflejo del pasado. Ahora se comunican a través de sus padrinos –Teodoro García Egea y Miguel Ángel Rodríguez–, que ya están sacando brillo a las pistolas del duelo inminente. Podrían parar, pero ya no es posible.
El cisma ha alcanzado a las portadas de la prensa conservadora, atónita ante el nivel de las cuchilladas. Ya se quedaron un tanto perplejos con la guerra de los whatsapps. Lady Macbeth, presa del despecho, decidió convertirse en un personaje de ‘Al salir de clase’ y bloqueó los números de varios dirigentes del partido, entre ellos García Egea. No quiero salir contigo y no quiero saber nada más de ti. Eres historia, Teodoro.
Luego salió ella para arreglarlo y casi fue peor. Anunció que tiene dos móviles, uno para la gente importante de verdad, con la que debe estar en contacto de forma permanente para lo esencial, y otro para los conocidos, esos que no pintan mucho a la hora de la verdad. Y de ese segundo teléfono se ocupa alguno de los asistentes de Ayuso. Teo, no tienes línea directa con la jefa.
Podía haber sido una simple anécdota, pero en unos pocos días se vio que había un patrón. Quizá hasta una ruptura de las relaciones personales. Como parece que las comunicaciones telefónicas eran difíciles, comenzaron a sacudirse con filtraciones y mensajes nada ambiguos. Los titulares empezaron a sacar fuera todo el rencor acumulado. «Génova frena en seco la candidatura de Ayuso» para presidir el PP de Madrid. Ayuso había faltado al respeto a Casado y ahora tocaba la venganza. «El tiempo juega contra ella», se leía y así se entendía mejor por qué Casado y Egea no quieren que el congreso del PP madrileño se celebre antes de mayo. «La dirección regional (la que está controlada por Génova) está jugando sus cartas para desacreditarla ante el resto del partido y también de los otros barones».
Isabel la Católica, reina de la libertad, pasaría a ser Isabel la Loca, la pretendiente ambiciosa al trono. Un mal ejemplo que no se puede permitir para esos barones que por lo demás ya la miran con cautela.
Los ataques se recrudecieron el miércoles. Se comprobó que Génova no va a permitir el veto personal de Ayuso a Egea. Para que no haya ninguna duda, se hizo saber que Casado ha dado vía libre a su número dos con la misión de frenar los planes de la presidenta madrileña. Y si no puede ser por WhatsApp, lo será a través de medios más cruentos.
El veredicto del partido es inapelable. Se dejan de tonterías de terceras vías con posibles candidatos en Madrid que en realidad no pueden hacer sombra a Ayuso. Han colocado a Almeida la armadura y lo han subido al caballo con el que se lanzará en las primarias contra ella. El alcalde de Madrid no parece muy convencido y se encuentra aplastado entre dos fuerzas que podrían llegar a dejarle sin aire.
Por eso, cuando los periodistas se le echaron encima el miércoles, Almeida optó por el equivalente verbal de salir corriendo. «No hablo del congreso del PP de Madrid», dijo tenso y con cara de que se había dejado el descaro y la gracia en el despacho. Lo volvió a repetir para solventar dudas. Casi hubiera preferido que le preguntaran por los atascos en la ciudad o la contaminación. A ese punto ha llegado su malestar. Sabe que cualquier cosa que diga será interpretada en términos de una guerra abierta en la que él no cree tener las armas adecuadas.
En el caso de Díaz Ayuso, el papel que eligió fue el de dama ofendida por las cuestiones que le planteaban. En primer lugar, la negación de la realidad: «La relación (con Almeida) es buena. Todo está bien». Malamente podía argumentar que todo es un invento de los periodistas cuando ella fue quien forzó la máquina y exigió la elección de una nueva presidenta –es decir, ella– como muy tarde en marzo. Luego simuló estar ofendida por el espectáculo ofrecido: «¿Qué pensarán los ciudadanos?». Dicho en otras palabras:
¿ES QUE NADIE PIENSA EN LOS NIÑOS?
Lo que es un hecho incuestionable es que Casado y Ayuso al frente de sus escuderos se están peleando en público por dos meses de diferencia. Tiene que haber algo más. El mundo no va a cambiar entre marzo y mayo. La intensidad del conflicto se debe a que Génova ha decidido que no se puede permitir el lujo de que Ayuso se convierta en la presidenta en calidad de clon rejuvenecido de Esperanza Aguirre.
El recelo da una imagen de debilidad para Casado. El líder del PP está dando la impresión de que contempla una derrota en las próximas elecciones generales como una hipótesis de trabajo que no debe descartar por completo. Para ello, debe protegerse e impedir que Ayuso siga creciendo como posible alternativa de futuro a su liderazgo.
Los ayusistas –ya se puede emplear ese nombre como colectivo organizado– susurran que ella ni siquiera necesitará el puesto de presidenta del partido en Madrid para plantearse metas mayores a partir de 2023. Se sabe lo bastante fuerte como para plantear condiciones a sus presuntos jefes. Ella ganó con claridad las elecciones de Madrid y ya sabemos que Madrid es España por lo que es como si hubiera ganado en España.
A fin de cuentas, lo que busca Ayuso es lo mismo que ha hecho Casado en los liderazgos provinciales y regionales. Este ha procedido a una renovación de dirigentes con la intención de que los nuevos sepan a quién deben el puesto en el caso de que las urnas no le sean propicias. Es algo que ya hizo Aznar, como bien recordará el jefe de gabinete de Ayuso. Y es lo mismo que pretende hacer ella dentro de la Comunidad de Madrid. Ella será quien coloque a personas de su confianza en los principales municipios de la comunidad.
En Génova, les gusta decir que todos los que lanzan pulsos a la dirección nacional del partido terminan perdiendo. Olvidan que suele ser así entre otras cosas porque los medios de comunicación afines nunca van a unirse a una refriega contra el líder del partido. En este caso, Casado no puede contar con el apoyo pleno de la brigada mediática. «Ayuso se ha ganado el derecho a presidir el PP madrileño», dice el editorial del ABC del miércoles, que por otro lado también critica a la presidenta de Madrid por el espectáculo ofrecido, incluido el «infantilismo» presenciado en la guerra de los whatsapps. El periódico concluye que «la imagen de seriedad» del partido y la motivación de sus votantes «se desmoronan» en esta situación.
Pero esa es la versión elegante. Luego están los insultos de gente como Jiménez Losantos, que llama «judas» a Almeida por prestarse a los deseos de Casado, o de una columnista de El Mundo que denuncia «el paletismo de mundo pequeño» que se estila en Génova.
A este ritmo van a acabar todos como en ‘Macbeth’.