La nueva Libia se parece bastante a la vieja Libia. La única forma de contemplar con un poco de optimismo las últimas noticias es pensar que en realidad la nueva Libia no ha nacido aún, y que lo existe ahora es el epílogo del horror anterior. Desde luego, nada que ver con los maravillosos discursos de Cameron y Sarkozy en Bengasi y con las promesas de las nuevas autoridades libias.
Las torturas en las prisiones se realizan de forma sistemática, no sólo en las cárceles, sino en cualquier recinto con presos capturados por las milicias sin ningún tipo de control por parte del Gobierno. ¿Cómo van a exigir a las milicias que no hagan algo que militares y policías hacen con total impunidad?
Médicos sin Fronteras ha anunciado que suspende su trabajo en la cárcel de Misurata. Desde agosto, han atendido a 115 personas con heridas relacionadas obviamente con malos tratos, incluidas quemaduras de cigarrillos. En el colmo del descaro, los libios les entregan presos para que los curen y dejarlos en condiciones de seguir siendo torturados.
“Some officials have sought to exploit and obstruct MSF’s medical work,” said MSF general director Christopher Stokes. “Patients were brought to us in the middle of interrogation for medical care, in order to make them fit for further interrogation. This is unacceptable. Our role is to provide medical care to war casualties and sick detainees, not to repeatedly treat the same patients between torture sessions.”
Amnistía Internacional ha confirmado la denuncia.
El uso de palabras como militares o policías es relativo. No hay más autoridad que la que ostenta aquel que está en condiciones de imponerla por la fuerza. A veces, son fuerzas de seguridad del nuevo régimen, o como queramos llamarlo. A veces, son milicianos de un clan que controla una zona. Eso le da derecho a detener y torturar.
Nada de esto puede sorprender. A principios de mes, milicias rivales se tirotearon durante dos horas en el mismo centro de Trípoli. Hubo cuatro muertos. Ese enfrentamiento se inició cuando un grupo de Misurata quiso llevarse por la fuerza a un grupo de presos. Ya nos podemos imaginar lo que iba a ocurrir con ellos. El poder de torturar es un privilegio que se disputa con las armas con la mano.
La venganza ha estado en el origen del derrocamiento del régimen de Gadafi, como quedó demostrado en las imágenes de su linchamiento. Al principio, se suele decir que el asesinato de un dictador es algo reprobable pero difícil de evitar. Son años o décadas de terror e impunidad, y es imposible impedir reacciones de odio y violencia hacia los máximos responsables de la tiranía.
Luego, descubres que de esa semilla no puede salir nada bueno.
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