Trapero, atrapado entre dos fuegos

En el primer día de su juicio en la Audiencia Nacional, Josep Lluís Trapero no se anduvo con miramientos. Se juega mucho en una vista en la que la Fiscalía le pide once años de prisión. El fiscal le preguntó por su opinión sobre las resoluciones de corte independentista que el Parlament fue aprobando en 2016. «Una barbaridad más de las muchas que se estaban haciendo y que se iban anulando».

Al igual que en su declaración como testigo en el juicio del procés, el ex comisario jefe de los Mossos dejó claro en la vista iniciada el lunes lo poco que le gustaba el referéndum de independencia, el mensaje claro en ese sentido que envió a Carles Puigdemont en dos reuniones en los últimos días de septiembre de 2017, y sus malas relaciones con el coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, enviado desde Madrid para vigilar a los Mossos y utilizar a policías y guardias civiles en la respuesta contra la consulta.

Está claro que Trapero tenía demasiados adversarios –en Madrid y Barcelona– que le dejaban atrapado entre dos fuegos. No quiso tomar partido en público entre los dos y quiso comunicar a la fiscal y la magistrada del TSJC que cumpliría los autos con las pertinentes instrucciones a la Policía autonómica. Tanto ellos como los mandos policiales del Estado sabían también que él estaba en contra de ejercer la máxima violencia con el objetivo de impedir la votación, porque así se lo dijo.

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