Los datos del fin de semana han confirmado lo que hemos visto en los últimos meses. Por primera vez, se superaron en España los tres millones de vacunas puestas en los siete días anteriores. Se han administrado más de treinta millones de dosis. Veinte millones de personas han recibido una dosis y once millones cuentan ya con la pauta completa. El programa de vacunación, que se inició con retraso a causa de la forma en que la Comisión Europea negoció las condiciones de compra, está siendo un éxito, una vez más gracias a la fortaleza de la sanidad pública y a la mejor disposición de los ciudadanos a vacunarse cuanto antes.
Las cifras facilitadas el martes son aún más optimistas. El dato diario de vacunación batió de largo otro récord con 465.056 dosis administradas. A este ritmo, se podría llegar al 70% de la población en dos meses, lo que está dentro del compromiso presentado por el Gobierno de alcanzar ese umbral durante el verano.
Esta sucesión de buenas noticias se ha topado con eso que hace que a todo el mundo se le acelere el pulso en España y fuera de ella: el fútbol. El positivo de Sergio Busquets en la concentración de la selección que jugará la Eurocopa puede obligar a tomar una decisión improvisada que debería haberse contemplado antes. Ya hemos visto en muchas ocasiones en la pandemia que es necesario ponerse en lo peor y no esperar sencillamente que todo saldrá bien. El Ministerio de Sanidad ha rectificado y tiene la intención de que los futbolistas sean vacunados. La Federación de fútbol lo había pedido hace tiempo y no recibió una respuesta positiva.
El Ministerio ignoró que una de las prioridades en política, cuando es posible, es intentar evitar los problemas antes de que se produzcan. Luego siempre parece que estás reaccionando a la carrera, y de hecho es lo que ha ocurrido en este caso.
Es muy probable que se haga una excepción con los futbolistas, a los que por edad aún no les corresponde el turno. La Plataforma de Organizaciones de Pacientes ha utilizado la polémica para reprochar al Ministerio de Sanidad que no todos los enfermos crónicos hayan sido aún vacunados. Muchos de ellos han recibido su dosis «de manera tardía y otros ni siquiera han sido llamados», ha dicho su presidenta. Eso es un problema real que va más allá del centenar de dosis –o la mitad si se trata de Janssen– que se emplearán con los más de cincuenta integrantes de la delegación española en la Eurocopa.
También han sido vacunados un millar de deportistas que acudirán como representantes de España a los Juegos Olímpicos de Tokio en julio. Eso no ha causado ninguna controversia. Se ha dicho que todos han recibido vacunas pagadas y negociadas por el Comité Olímpico Internacional. No es del todo cierto. «Los olímpicos españoles están siendo vacunados con cupos puestos a nuestra disposición por el Ministerio de Sanidad», ha dicho el presidente del COE a El País. Lo mismo que se ha hecho con las Fuerzas Armadas. Da la impresión de que el COE se movió con más rapidez o eficacia que la Federación Española de Fútbol. O que los JJOO pesan mucho más que la Eurocopa para Moncloa.
Como miraron para otro lado y no se tomó una decisión antes –incluso si los futbolistas son vacunados ahora, la inmunización no se habrá producido cuando comience el campeonato–, ahora vienen las urgencias. El Ministerio llevó el martes el asunto a la Comisión de Salud Pública, donde están las CCAA, y allí le dijeron que no querían saber nada del tema. Así que le toca al Gobierno asumir la responsabilidad por su cuenta.
En Italia y Bélgica, los jugadores de la selección han sido vacunados. En el caso del equipo francés, el entrenador y sus asistentes han pasado por la jeringuilla, pero curiosamente no los futbolistas.
El PP no tardó mucho tiempo en emplear el caso de la selección para volver a acusar al Gobierno de «desorganización» y «caos» en la vacunación. Da igual cuáles sean los datos. No van a cambiar de discurso. Sin embargo, también algunos partidos de izquierda han criticado la medida por considerarla un privilegio inmerecido, como Aina Vidal, de En Comú Podem, que se refirió a la situación de los que fueron trabajadores esenciales en la primavera de 2020: «Estuvieron al frente de la pandemia y son relegados por once hombres que dan golpecitos a la pelota. Se pasa por delante de estos profesionales y es una mala noticia que va en contra del sentido común de este país». Íñigo Errejón fue menos beligerante: «El buen ritmo de la vacunación no depende de 50 vacunas más o menos».
La respuesta del ministro de Cultura y Deportes obliga a analizar con esmero la forma en que se emplea el lenguaje en la política. Siempre hay un asesor muy listo que cree haber encontrado la frase perfecta. «No estamos vacunando a los futbolistas. Estamos vacunando a la selección española», dijo José Manuel Rodríguez Uribes. A veces con los políticos, hay que ir a los hechos básicos. Sí, están vacunando a futbolistas, por mucho que la segunda frase también sea cierta.
Entonces, ¿quiénes son esos jóvenes que corren por el césped mientras les ve medio país por televisión? ¿Representantes del deporte español y de España u once hombres «que dan golpecitos» a un balón? Incluso los que no están interesados en el fútbol tienen que admitir que los éxitos deportivos nacionales movilizan a millones de personas y que hasta llegan a generar un montón de serotonina. Vamos, que provocan mucha felicidad durante un cierto periodo de tiempo. Y la gente no está sobrada de felicidad.
Se puede analizar de otra forma menos optimista. Si la selección sufriera un brote de contagios que afectara a su actuación o que incluso provocara su eliminación, la imagen de España se vería muy perjudicada. No habría un medio de comunicación en todo el planeta que ignorara la noticia. Estamos en un momento en que el país se juega centenares de miles de empleos ante la posibilidad de que vuelvan en verano muchos de los turistas extranjeros que no llegaron a España hace un año. El daño económico de esa pérdida de ingresos ha sido inmenso en puestos de trabajo. Eso es mucho más relevante que la pasión futbolera o si Luis Enrique juega con uno o dos puntas. Nadie quiere que se asocie a España con más fracasos en la pandemia.