Donald Trump ha anunciado este miércoles la decisión que todos los presidentes anteriores de EEUU habían evitado por creer que haría imposible cualquier acuerdo de paz entre israelíes y palestinos: reconocer Jerusalén como capital del Estado de Israel y ordenar al Departamento de Estado que inicie los preparativos para el traslado de la embajada norteamericana a esa ciudad.
«Es hora de reconocer lo obvio. No es ni más ni menos que reconocer una realidad», ha dicho Trump. Esa realidad el estatus de la ciudad está en la base del conflicto, ya que ambas partes exigen que Jerusalén sea la capital de su Estado, el ya existente en el caso de Israel y el que pudiera salir de un acuerdo de paz, en el caso de los palestinos.
Los palestinos reclaman Jerusalén Oriental, ocupada y colonizada por Israel desde la guerra de 1967. Los israelíes reclaman toda la ciudad para ellos.
El presidente de EEUU afirmó que su país apoya una solución de dos estados –la primera vez que lo dice desde que llegó a la Casa Blanca– y que su decisión no impide que se produzca un acuerdo ni presupone una declaración sobre los límites de la ciudad si unas hipotéticas negociaciones tuvieran éxito. En la práctica, Israel lo considerará una victoria para su posición y un requisito previo para futuras negociaciones. El primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, ya ha declarado que cualquier acuerdo con los palestinos «debe incluir a Jerusalén como capital de Israel».
La noticia supone una gran victoria para la derecha nacionalista israelí y su mensaje de que ninguna negociación puede poner en peligro los frutos de la guerra de 1967 y décadas de colonización de los territorios palestinos. También ha sido recibida con satisfacción por varios partidos de la oposición.
Actualmente, unos 200.000 israelíes viven en Jerusalén Oriental (la población de toda la ciudad llega a 857.000 personas), en territorio que inicialmente era de propiedad privada palestina, en su mayoría. El Gobierno no cesa de conceder permisos para la construcción de más viviendas destinadas a israelíes. Por el contrario, en esa parte de la ciudad a los palestinos se les niegan para construir o ampliar viviendas, y se derriban aquellas que no gozan de autorización del Ayuntamiento.
Unos 324.000 palestinos viven en Jerusalén Oriental. De ellos, sólo el 59% tiene acceso a la red municipal de suministro de agua.
Una promesa de la campaña electoral
Trump cumple así la promesa que hizo en la campaña electoral en un acto de AIPAC, la principal asociación del lobby judío en EEUU, para corresponder al apoyo que recibió de organizaciones protestantes evangélicas y judías. Entre los donantes individuales que concedieron fondos a su campaña, pocos fueron tan importantes como el magnate de los casinos, Sheldon Adelson, que aportó 35 millones de dólares a la candidatura de Trump y otros grupos que la apoyaron.
Según un diario de Las Vegas, propiedad de Adelson, el empresario estaba decepcionado en octubre con el hecho de que Trump no hubiera cumplido aún su promesa. En mayo, Adelson estaba furioso porque el secretario de Estado afirmó que Trump estaba estudiando el impacto de la medida en el proceso de paz.
Traslado congelado desde 1995
En 1995, el Congreso de EEUU aprobó una ley en favor del reconocimiento de Jerusalén como capital israelí, pero con el añadido de que permitía al presidente retrasar el traslado de la embajada cada seis meses si ello era necesario para los intereses de la política exterior del país.
Desde entonces, todos los presidentes firmaban ese decreto por creer que se pondría en peligro las negociaciones de paz y haría imposible la mediación de Washington. Actualmente, no existe proceso de paz que merezca ese nombre desde los tímidos intentos de la Administración de Obama. Trump ha encargado la misión de preparar el terreno para reanudar las negociaciones a su yerno y consejero de la Casa Blanca, Jared Kushner, y a Jason Greenblatt, al igual que Kushner sin experiencia en política exterior. Ambos han hecho varios viajes a Oriente Medio y se desconoce si han hecho algún progreso.
El traslado de la embajada norteamericana tardará años en hacerse efectivo. El actual consulado de EEUU en Jerusalén Occidental –hay otro consulado para la zona oriental– no podría albergar todas las instalaciones y se necesitaría construir otro edificio.
El Gobierno israelí cedió a Washington en 1989 unos terrenos de tres hectáreas de superficie donde se podría construir la nueva embajada. Una investigación posterior del historiador palestino Walid Khalidi publicada por la Universidad de California reveló en el año 2000 que al menos el 70% de esa tierra fue confiscada en décadas anteriores a propietarios palestinos, y que muchos de esos herederos eran hoy ciudadanos norteamericanos.
En 1980, el Parlamento israelí aprobó una ley que declaraba Jerusalén en su totalidad como capital de Israel, lo que suponía la anexión de su parte palestina. La resolución 478 del Consejo de Seguridad de la ONU condenó esa declaración, la calificó de contraria al Derecho internacional, así como un obstáculo para la búsqueda de una paz justa en el conflicto, y ordeno a todos los países que hubieran trasladado sus misiones diplomáticas a esa ciudad que las retiraran.