El Partido Republicano acaba de descubrir con varios meses de retraso con qué clase de candidato se ha ido a la cama. Lo malo para sus dirigentes es que ellos mismos se han encerrado en una habitación con Donald Trump, han cerrado la puerta con llave y la han tirado por el inodoro. No pueden escapar y sólo les queda decir que no tienen nada que ver con él y que algunas de las cosas que dice son inaceptables. ¿Le van a votar en las elecciones? Desde luego, porque ya es demasiado tarde para echarse atrás.
Paul Ryan es el republicano más distinguido por ser presidente de la Cámara de Representantes. Le han preguntado por el ataque de Trump al juez Gonzalo Curiel, que se ha negado a archivar las denuncias contra el empresario por esa estafa que era el centro de estudios llamado Trump University (sí, era propiedad de Trump, pero no era una universidad). Las críticas del candidato son claramente racistas: no ha sido justo porque sus padres eran mexicanos, con lo que tiene que estar predispuesto contra él.
La respuesta de Ryan ha consistido en afirmar que las críticas son «un comentario racista de manual». ¿Influye una imputación tan grave en la decisión de Ryan de apoyar a Trump? En absoluto: «¿Creo que la respuesta es Hillary Clinton? No, no lo creo». Sobre los temas de fondo, Ryan dice que tiene «más cosas en común» con Trump que con su rival demócrata y por tanto más posibilidades de que esas ideas se conviertan en leyes si gana las elecciones. A partir de sus declaraciones, cualquier diría que no le preocupa que un presidente de ideas racistas «de manual» llegue a la Casa Blanca si a cambio puede conseguir que se aprueben leyes sobre impuestos, educación, sanidad o lo que sea que se corresponden con sus ideas.
Eh, el racismo no es un asunto tan grave, yo también tengo amigos negros.
Cabe la posibilidad de que muchos republicanos como Ryan quieran hacernos creer que no es lo mismo ser un racista que hacer comentarios racistas. Es difícil apreciar la diferencia, pero pongamos, echándole mucho valor, que se puede hacer esa distinción. Lo que es indudable es que nadie en su sano juicio aceptaría a esa persona como presidente del país.
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Este es el comunicado con el que Trump ha querido responder la polémica. Evidentemente, sus palabras han sido malinterpretadas.
Antes en una llamada telefónica a sus partidarios que ha sido filtrada, optó por el ataque. Le informaron que se había dado instrucciones para que ningún partidario de su campaña comentara este delicado asunto. Mejor no hablar del tema. Trump anuló de inmediato esa orden y les instruyó para que acusaran de racistas a todos aquellos que le acusaban de racista. La táctica del ventilador no conoce fronteras.