Donald Trump ha dado en el último año un montón de sustos al establishment del Partido Republicano. Al acercarse al final de las primarias, con unas pocas excepciones, la mayoría de sus dirigentes terminó resignándose a la idea de que Trump iba a ser su candidato presidencial, y con él su mensaje de aislacionismo, xenofobia, racismo y nacionalismo económico. Los que por su posición en el Congreso estaban obligados a definirse le han prestado su apoyo, no de forma entusiasta. Otros, como casi todos los gobernadores, han preferido quedarse en casa y no asistir a la convención que celebra estos días el partido en Cleveland.
Una entrevista en el NYT ha servido de ariete contra los republicanos que pensaban que la necesidad de unir al partido tras de sí haría que Trump acabara siendo más, digamos, convencional en su mensaje. Confiaban en que al menos redujera sus amenazas o desprecio por sectores de la población cuyo voto necesita o por los países aliados de EEUU.
Pobres idiotas. No sólo no se ha producido eso, sino que en el tema del que Trump lo ignora casi todo –política exterior– ha vuelto a esgrimir su idea de que los aliados están en deuda con Washington. Los tratados firmados o la misma existencia de la OTAN son para él sólo puntos de partida de una negociación similar a sus negocios inmobiliarios en Manhattan. Si no te gusta lo que ofrezco, ahí te quedas y se acaba la discusión. Si me recuerdas mis obligaciones legales y amenazas con demandarme, yo también te demandaré. ¿La OTAN? Una banda de ingratos que no pagan lo que nos deben.
Preguntaron a Trump por las relaciones con los miembros de la OTAN a cuenta de lo que ya había dicho meses antes.
«Lo único que digo es esto. Estamos gastando dinero, y si hablamos de comercio, estamos perdiendo una cantidad inmensa de dinero, según muchas estadísticas, unos 800.000 millones de dólares en comercio. Estamos gastando una fortuna en gastos militares y lo que hacemos es perder 800.000 millones. Eso no me parece muy inteligente. Sólo para que lo entienda, y se está grabando, ya no estamos como hace 40 años. No somos el mismo país y el mundo no es el mismo mundo. Nuestro país debe ahora 19 billones de dólares, y la cifra llegará a 21 billones rápidamente por el presupuesto que se ha aprobado, lo que es increíble».
Es obvio que EEUU cuenta con un presupuesto gigantesco de defensa que se corresponde con su idea de potencia hegemónica en el mundo. Con independencia de la opinión que tengamos cada uno, está claro que se trata de la estrategia de EEUU desde 1945, sustentada por republicanos y demócratas, en especial por las administraciones republicanas, para las que el recorte en gastos de defensa es por definición algo parecido a una traición.
Y ahora aparece Donald Trump, su candidato, y les dice que todo eso son historias. Si japoneses, surcoreanos, alemanes o polacos no ponen más dinero para financiar la presencia militar norteamericana en sus países, o si no reducen como sea el déficit comercial de EEUU (que obviamente también depende de lo que importa EEUU de esos países), ya pueden olvidarse del compromiso de defensa mutua y las obligaciones del tratado de la OTAN.
El periodista le pregunta después por el caso de las repúblicas bálticas, cuyos gobiernos se sienten amenazados por la política de Putin. El diálogo es interesante:
–Si Rusia cruza las fronteras de Estonia, Letonia y Lituania, lugares sobre los que los norteamericanos no piensan habitualmente, ¿les ayudaría militarmente?
–No voy a decirle lo que haría porque no quiero que Putin lo sepa. Tengo serias posibilidades de convertirme en presidente y no soy como Obama, que cada vez que envía tropas a Irak u otro sitio da una rueda de prensa para anunciarlo.
–Son miembros de la OTAN, y estamos obligados por el tratado…
–Hay muchos miembros de la OTAN que no pagan las facturas.
–Es cierto, pero estamos obligados por la OTAN, olvide la parte de las facturas.
–No se pueden olvidar las facturas. Tienen la obligación de pagar. Muchas naciones de la OTAN no están pagando, no pagan lo que se supone que deben pagar. Eso es importante. No puede olvidarlo.
Aparentemente, Trump cree que cuando Washington despliega tropas o levanta una base en el extranjero lo hace para prestar un servicio militar a alguien necesitado, una especie de empresa de seguridad privada que lógicamente exige un pago a cambio. Ignora por completo que cuando EEUU toma esas decisiones lo que hace es defender sus intereses estratégicos, y no siempre los de los países afectados.
No tiene ningún conocimiento específico de la historia y cultura de esos países, no tiene un plan diplomático preparado. No los necesita. Sobre la rivalidad histórica entre turcos y kurdos, dice que tiene una solución que consiste en… «reuniones». Juntarlos en la misma mesa y todo se resolverá. Él es un empresario que ha llegado a acuerdos con otros empresarios. Puede hacer lo mismo con naciones que llevan peleadas desde hace un siglo. ¿Por qué no?
Si ya es bastante ridícula la idea de que se puede dirigir un país como si fuera una empresa, ahora vamos un paso más allá. Trump dirigirá el mundo como si fuera una empresa. ¿Qué puede salir mal?
Otra gran respuesta, esta vez sobre el golpe de Turquía y la respuesta de Erdogan. ¿Le presionaría para que respete los derechos civiles? (Erdogan ha ordenado la instauración del estado de emergencia y suspendido la adhesión de su país a la Convención Europea de Derechos Humanos).
«Creo que ahora mismo, en relación a los derechos civiles, nuestro país tiene muchos problemas, y creo que es muy difícil para nosotros implicarnos con otros países cuando no sabemos lo que están haciendo y no vemos las cosas claras en nuestro propio país. Tenemos problemas tremendos, están disparando a los policías en las calles, tenemos disturbios, tenemos Ferguson, tenemos Baltimore. Cuando ves todas las cosas que están pasando en este país, ves que tenemos otros problemas y tenemos que centrarnos en esos problemas. Cuando el mundo ve lo mal que está EEUU, y luego si vamos y hablamos de derechos civiles, no creo que seamos un buen mensajero».
Trump no tiene una teoría sobre la política exterior de EEUU desde 1945, no cree que su país haya hecho más mal que bien en múltiples conflictos. Sencillamente, aplica la doctrina de no interferencia en los asuntos de otros países que tantas veces han enarbolado Rusia, China, Turquía, Arabia Saudí y otros países: nadie está en condiciones de dar lecciones a otros países, todos tienen graves problemas políticos y sociales, y por tanto uno no debe inmiscuirse en otras zonas del mundo si hay denuncias de violaciones de derechos humanos. Digamos que Trump extiende a todo el planeta, incluidos los rivales de EEUU, el tratamiento preferencial que Washington siempre ha dado a sus aliados.
Con razón, dice que cree que se va a llevar muy bien con Putin.
No nos engañemos. El mensaje de Trump en política exterior no es conservador ni progresista. Tiene poco sentido estar más o menos de acuerdo con algunas de sus frases, también las que habrán puesto los pelos de punta a todos los políticos republicanos que han tenido cargos en el Gobierno de su país en las últimas décadas.
Sus ideas no tienen coherencia, suponen un agudo desconocimiento de cómo funcionan las relaciones comerciales entre países, por no hablar de las obligaciones marcadas por los tratados internacionales. Es el egoísmo de un consejero delegado que sólo se preocupa por su remuneración y la cuenta de resultados, trasladado a las relaciones internacionales. No debe quedarnos ninguna duda de que si un futuro presidente Trump cree que invadir un país le supondrá un beneficio económico a su Estado o político para su imagen personal, enviará los marines tan rápido como pueda.
Con él al frente de EEUU, entraremos en un mundo de amenazas teñidas de xenofobia y del más crudo interés económico. A día de hoy, es imposible que gane las elecciones. Como se dice ahora tanto en la política española, los números no le dan. Pero si de aquí a noviembre se produce algún tipo de cataclismo político o económico, cualquier cosa podría pasar. Y para entonces Trump seguirá sin saber nada de economía o de relaciones internacionales.