Aún no habían terminado los Juegos Olímpicos y ya se intuía que David Cameron no iba a cosechar muchos beneficios políticos del éxito de organización. Más parecía que era el alcalde de Londres, Boris Johnson, el que acaparaba los minutos de gloria. Un alcalde de sede olímpica siempre obtiene un reconocimiento especial que puede serle muy útil en su carrera política. Johnson ya era antes el tory con mejores cartas para suceder algún día a Cameron al frente del partido conservador. Los JJOO no le han hecho ningún daño desde luego.
El primer ministro necesitaba un impulso y ha tenido que ocuparse personalmente. Ha llevado a cabo la primera y probablemente última remodelación de su Gobierno. La opinión generalizada es que supone un giro a la derecha, aunque en realidad la mayoría de las incorporaciones incluyen a diputados jóvenes y poco conocidos por la opinión pública, y por tanto su influencia en la política está por ver.
El cambio más relevante se produce en la cartera de Justicia que abandona Kenneth Clarke. Este hueso que Cameron lanza a los euroescépticos más radicales no es una condena automática de Clarke. Aun siendo el último de los europeístas, es bastante apreciado por las bases y la prensa lo trata con guante de seda. Por eso, seguirá como ministro sin cartera ocupado de temas económicos (Clarke fue ministro de Hacienda con John Major). Le vendrá bien a Cameron tenerlo dando entrevistas a los medios y mantener algo más escondido a George Osborne, cuya impopularidad y gesto duro en los contactos con los medios empieza a ser algo contraproducente.
Para sustituirlo, Cameron coloca a Chris Grayling, un tipo no muy inteligente que hasta ahora era viceministro. Unas declaraciones suyas bastante estúpidas en la campaña electoral de 2010 le dejaron sin opciones de formar parte de la primera línea del Gobierno. Ahora estaba disponible para dar un perfil más derechista al Gobierno. Su principal misión es dar forma al malestar de los tories con algunas decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La mano dura de los tories tradicionales encuentra algunas dificultades jurídicas para explayarse.
Hace unos meses, el evidente favoritismo del Ministerio de Cultura y Comunicaciones hacia News Corporation en relación a la OPA sobre BSkyB llevaron a muchos a pensar que el futuro del ministro Jeremy Hunt no era tan brillante como al inicio de la legislatura. Error. Hunt no ha dejado de ser una estrella pujante entre los conservadores. Es un político del corte de Cameron y puede que el que tenga en unos años más opciones de disputar a Boris Johnson el trono que deje vacante el primer ministro. De momento, ya es ministro de Sanidad.
Resulta significativo que se haya producido un cambio en este Ministerio. El proyecto, de momento fallido, de reforma sanitaria se ha cargado al anterior ministro, lo que demuestra que en el Reino Unido tocar la amada sanidad pública es sinónimo de alto riesgo.
Hunt es, por cierto, partidario de la homeopatía, o al menos estaba en contra de que desapareciera por completo de la sanidad pública, como reclamó hace un año una comisión parlamentaria.
Pero en cuanto a nombramientos polémicos es difícil superar a la nueva ministra de Cultura, Maria Miller, que también cuenta con la cartera de Igualdad.
Todo muy tory en la versión que Cameron pretendía dejar atrás. ¿Repercusión de la remodelación en futuras medidas del Gobierno? No muchas. Se trata de mantener tranquilos a los ‘backbenchers’ del núcleo duro del partido, ansiosos por un referéndum para sacar al país de la UE y con ganas de atar en corto a los liberales demócratas. El fin de la coalición en el Gobierno está descartado y sería suicida para Cameron apostar por unas elecciones anticipadas.
El ala derecha de los tories tiene un agudo problema de relación con la realidad. Cree que Cameron no consiguió la mayoría absoluta porque el programa no era lo bastante de derechas. Por las mismas, está convencida de que endurecer el mensaje en cuestiones económicas y de inmigración les puede garantizar la victoria en los próximos comicios. Cameron no comparte ese pronóstico. La diferencia con el arranque de la legislatura es que entonces era lo bastante fuerte para mantener a raya a esos sectores díscolos. Ahora es mucho más vulnerable.
«El ala derecha de los tories tiene un agudo problema de relación con la realidad. Cree que Cameron no consiguió la mayoría absoluta porque el programa no era lo bastante de derechas.»
Cambiando partido y jefe del ejecutivo, igualico que en cierto pais que limita con el Mediterraneo y el Atlantico a la vez..( y no estoy pensando en Marruecos)
Pa mi que estás pensando en Francia, galaico67.