El 25 de marzo, Boris Johnson prometió en el Parlamento que se enviaría en unos días el material de protección necesario a las residencias de ancianos de Reino Unido. «La respuesta es que las tendrán al final de esta semana», dijo en respuesta a la pregunta de un diputado de la oposición. No fue así. Algunas de ellas recibieron una caja con unas 250 mascarillas de baja calidad. Y eso fue todo.
En la crisis del coronavirus, el Gobierno conservador británico ha llevado a cabo la misma estrategia en varias ocasiones. También en este caso. Si no se cumple una promesa, se hace otra para una fecha posterior. El ministro de Sanidad, Matt Hancock, reiteró el compromiso el 10 de abril: «En las próximas tres semanas, habrá un portal online (sobre el suministro de material de protección) para que las residencias consigan lo que necesitan». Para muchas de ellas, ya será demasiado tarde.
Las residencias de ancianos son uno de los focos de contagio por coronavirus y fallecimientos más preocupantes en todos los países europeos. Al menos oficialmente, el Gobierno no sabe cuál es la cifra de muertos en esos lugares al haberse adoptado un sistema que permite dilatar durante semanas la comunicación de resultados. Eso permite que a día de hoy la cifra diaria de fallecidos en Reino Unido sólo incluya los producidos en hospitales, a diferencia de lo que ocurre en España o Francia.
Nadie sabe la cifra de ancianos muertos, aunque sí hay estimaciones. Care England, la organización empresarial que agrupa a la mayor parte del sector, calcula que pueden haber muerto cerca de mil personas a causa del coronavirus en esos lugares. En Reino Unido, hay 18.000 residencias y centros de día, la mayoría estos últimos gestionados por organismos locales, que son utilizadas por unas 400.000 personas.
«No se está informando del número de muertes», dijo a The Guardian hace unos días Martin Green, máximo responsable de Care UK. «Quizá las muertes no lleguen aún a ser miles, pero nos estamos acercando a ese nivel. Necesitamos un análisis correcto de las tasas de mortalidad que se están produciendo en las residencias y el Gobierno debería estar recogiendo esos datos».
El Gobierno podría obligar a cada residencia a que ofreciera esos datos actualizados, pero no lo está haciendo. El sistema elegido permite dilatar el problema. Sólo se registran los casos en que existe un certificado de fallecimiento en el que aparece la causa de la muerte. Son datos que pueden tardar no menos de tres semanas en ser recopilados.
Eso hace que las cifras confirmadas oficialmente sean ridículamente bajas. En la última cifra comunicada la semana pasada por la Oficina de Estadísticas Nacionales, se decía que en la semana que finalizó el 27 de marzo habían muerto 2.489 personas en las residencias, de las que sólo veinte lo habían hecho por el coronavirus.
En marzo, los datos conocidos por los medios de comunicación, que sólo afectan a un número reducido de residencias y cuando se habían producido varios casos de muertes en cada una, aumentaban la cifra hasta cerca de un centenar. La lista no es corta: 13 en una residencia de Durham. 13 en otra de Essex (donde un familiar de un interno fallecido dijo que la enfermedad «se había extendido como el fuego»). 13 en Yorkshire. 11 en Northamptonshire. 15 en Lutton.
«Hay algunos modelos que estiman que cuando el coronavirus entra en una residencia puedes esperar a que haya hasta un 30% de fallecidos», dijo el profesor John Ashton, que fue director de Salud Pública de la región de Cumbria. «Nos referimos a una población frágil y muy vulnerable, personas de 80 o 90 años, que quizá sufran de demencia y que no podemos abandonar».
Al igual que en otros países, el problema de fondo es que no hay suficientes tests de coronavirus disponibles para ser utilizados en las residencias y sus centenares de miles de ocupantes. Los que hay se utilizan de forma prioritaria en los hospitales para los enfermos y el personal sanitario. El Gobierno prometió en marzo que antes de que acabara el mes estaría haciendo 25.000 pruebas diarias. Sólo consiguió llegar a 10.000 o superar esa cifra en unos pocos miles.
Francia sí está aportando datos actualizados. Según los últimos, han sufrido 9.253 muertes en hospitales y 5.140 en residencias, que suponen un 35% del total. En España, no existe aún una cifra homologable a lo que ocurre en Francia. En Madrid, se sabe que han muerto 4.750 ancianos en residencias desde el 8 de marzo, pero sólo 780 de ellos dieron positivo y otros 3.479 presentaron síntomas compatibles con el coronavirus. Los segundos no cuentan en las estadísticas oficiales al no habérseles hecho la prueba. En Catalunya, hasta el domingo se han registrado 1.825 fallecimientos desde el 14 de marzo que habían dado positivo.
Datos recopilados por expertos de la London School of Economics indican que entre el 42% y el 57% de las muertes por coronavirus se ha producido en residencias (a partir de las cifras conocidas en Italia, España, Francia, Bélgica e Irlanda).
En la rueda de prensa del lunes, los periodistas preguntaron por un tema que ha estado ausente muchos días de estas citas informativas. El principal consejero del Gobierno en asuntos sanitarios, Chris Whitty, reveló que el 13,5% de las residencias británicas han informado de casos de coronavirus, incluidas 92 en las últimas 24 horas. También prometió que las autoridades están intentando reducir los retrasos en la comunicación de nuevos casos.
El Gobierno escocés, con competencias sobre el asunto en su territorio, cree que puede haber casos de coronavirus en una tercera parte de sus residencias. Robert Kilgore, responsable de una red de residencias en Escocia, informó de que diez personas habían muerto con síntomas similares al coronavirus en sus 15 locales. Sobre el número total de muertes, fue muy pesimista: «Calculo que han podido morir al menos 200 personas y posiblemente cerca de 300 en las residencias de Escocia desde que empezó todo esto». También reclama al Gobierno escocés que preste más ayuda a un sector que ha sido abandonado a su suerte.
La oposición ha criticado el retraso en la actualización de las cifras. «El Gobierno debe publicar las cifras diarias de muertes en las residencias para que conozcamos la dimensión real del problema y la rapidez con que se está extendiendo», comentó la diputada laborista Liz Kendall.
Uno de los políticos que más ha peleado para que se conozca el drama que se está viviendo en estas instalaciones es el diputado laborista Peter Kyle. En un artículo publicado el 3 de abril, describía un escenario terrible: «Una crisis que desafía lo imaginable está recorriendo las residencias británicas. Sin que nadie les vea, sin que se informe de ello y a menudo solos, nuestros ancianos están muriendo por la epidemia de coronavirus. Les está matando un sistema que está pensado para protegerles. Y al morir, les niegan el consuelo básico de ver a sus seres queridos por última vez. La triste verdad es que nuestros comprometidos trabajadores del sector son las mismas personas que están llevando el virus a las residencias».
En Reino Unido, 11.329 personas han muerto por el coronavirus, según los datos conocidos el lunes y que se refieren sólo a los fallecimientos en hospitales.