Un periodista enfurecido contra la impunidad de los bancos

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Otro escándalo financiero en el Reino Unido (y EEUU). Otro día de trabajo para Paul Mason (muchos años en BBC, ahora en Channel 4, como jefe de economía). Otro día para acercarse a la sede del Royal Bank of Scotland, uno de los cuatro grandes bancos británicos que tuvo que ser rescatado con fondos públicos. Ya estuvo allí hace seis años cuando el RBS estuvo a punto de venirse abajo.

Esta vez Mason está cabreado, realmente cabreado. Y graba una especie de editorial, soflama o grito de ira contra estos gigantes financieros que continúan comportándose como instituciones criminales.

No se emitió en los informativos de Channel 4 pero sí circuló desde su cuenta de Twitter y la cuenta de YouTube del canal de televisión. Alguien ha hecho una transcripción de su intervención.

No, no es Peter Finch en ‘Network’, pero Mason está igualmente enfurecido. Y no es extraño. A cada escándalo financiero, le sucede otro y luego viene otro. Esta vez cinco de los mayores bancos del mundo: RBS, HSBC, Citibank, JP Morgan, UBS y Bank of America. El motivo: manipulación del mercado de divisas. Resultado: multas de 2.600 millones de libras impuestas por los reguladores británico y norteamericano.

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A lo largo de estos años, Mason ha visitado esos bancos haciendo preguntas a esas mismas personas que toleran las conductas ilegales o que, tras el escándalo, se encogen de hombros:

«He estado en los despachos de los jefes de este banco y de los otros… (pausa, casi está a punto de lanzar un juramento) bancos a lo largo de estos seis años desde que casi cayeron en bancarrota.

He estado con ellos mientras pedían en el tono más educado ‘por favor, no aumenten la regulación, no hagan que sea delito penal lo que se hace en puestos directivos, no hagan que vayamos a prisión, porque entonces ninguna persona con talento querrá venir a dirigir estos bancos’.

Y al final, con toda esta investigación de los mercados de divisas, ahora a la una de la tarde, nadie ha presentado cargos penales».

Siempre es igual. El proceso funciona así.

1. Los bancos, o las personas que trabajan en ellos, conspiran para manipular los mercados financieros.

2. El regulador les atrapa –cuando hay suerte–, y anuncia una multa fortísima que los bancos asumen tranquilamente como una parte de su modelo de negocio.

3. Se conocen los detalles de la investigación. No es ya sólo que hayan cometido delitos o irregularidades. Lo que llama la atención es la arrogancia, el descaro con el que se manejan sus protagonistas. Están ahí para ganar dinero y cuanto más rápido, mejor. ¿Las normas? Que les den. ¿Responsabilidad social? MY ASS.

4. Nadie va a la cárcel. Sólo cuando aparece un Jérôme Kerviel, que viola directamente las normas del banco lo que deja a este asustado ante la posibilidad de demandas estratosféricas, se celebra un juicio penal y hay una condena. Cuando el fraude es institucionalizado y los sospechosos, numerosos, todo se arregla con una sanción económica.

5. Volvemos al paso 1.

Los bancos siguen fuera de control. Las multas no tienen ningún efecto disuasorio. Algunos creen que, procesamientos aparte que siempre despiertan el interés de la gente, sólo sería efectiva la amenaza de prohibir de forma temporal a esas empresas que operen en los mercados en los que han cometido irregularidades de forma reiterada y premeditada.

Lo que es indudable es que no se trata de hechos excepcionales. Hay casos de manipulación en casi todos los mercados donde se compra o vende o algo, y los bancos y otras instituciones financieras aparecen implicadas: oro, plata, derivados, tipos de interés, precios de la energía, del petróleo, otras materias primas…

Como dijo Stiglitz, la sanción económica en estos casos es como una multa de aparcamiento para los castigados. Algunos comunicados con disculpas y promesas de que no se volverá a repetir, y ya está. Nadie va a la cárcel hasta que periodistas de los grandes medios como Mason y otros se preguntan cómo es posible que nadie haga algo al respecto, que siga reinando la impunidad más absoluta. En España, ni siquiera eso. En España, los grandes medios ni siquiera se inmutan si se descubre que un gran banquero como Botín y su familia guardan una fortuna en Suiza.

Cuando hay tanta manipulación en estos mercados, exactamente ¿dónde acaba la normalidad (la legalidad) y empieza la excepción? (lo ilegal). ¿En qué momento se puede decir que el sistema fomenta estas conductas, al tolerarlas o castigarlas mínimamente? ¿Son la estafa y fraude fenómenos situados fuera del sistema o forman parte de él?

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