Los británicos le llaman “the silly season”, ese agosto sin noticias donde los periódicos tienen que dedicar sus páginas a los temas más peregrinos –a veces simplemente idiotas– ante la falta de materia prima de más enjundia. Desgraciadamente, en España este año el verano carece de momento de pausa (los bonos a diez años acabaron el miércoles en el 6,86%) y no hay margen para el descanso. Las portadas siguen cargadas de material de alta combustión.
Y si hay alguien que no tiene ninguna posibilidad de relajarse es el Gobierno, al que la última encuesta del CIS ya le ha avisado que se está adentrando en terreno peligroso. En menos de un año, ha decepcionado a buena parte de sus votantes. Necesita algo, lo que sea, para volver a motivarles.
El asalto a dos supermercados con la participación del alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, ha sido la oportunidad perfecta para que dos ministros salten al unísono. Al menos hasta que la tormenta escampe –y puede que no lo haga en toda la legislatura–, el PP busca transmutarse en el Partido de la Ley y el Orden. Es eso o correr el mismo destino del Fianna Fáil irlandés o el Pasok griego.
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