He visto cosas que no creeríais. Todas las naves de ataque de la derecha lanzándose contra un general de la Guardia Civil. Después, afirmaron que el jefe del Estado Mayor de la fuerza policial estaba leyendo un papel que seguro que alguien le había escrito, como dijo Pablo Casado, con lo cual pasaba a ser un tonto útil en manos del Gobierno. Finalmente, un periodista del ABC se refirió al síndrome de Estocolmo para explicar su conducta. El general José Manuel Santiago había sido secuestrado por Pedro Sánchez o el ministro Marlaska y ahora, en su nuevo papel de Patty Hearst con tricornio, deambulaba por Moncloa dispuesto a matar la democracia para complacer a sus captores.
No es extraño que los vendedores de hachís y marihuana estén utilizando los servicios de mensajería o de entrega de comida a domicilio para repartir su material. No dan abasto. La demanda se ha disparado.
Todo parecía otro capítulo de esta guerra de todos contra todos. En la noche del lunes, y esto no lo sabía antes el PP, se conoció que el general sí tenía algo que esconder. Hasta el punto de que quizá tenga que ser destituido. Que tenga que acompañarle el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, es un asunto que se verá en los próximos días. Las cosas no pintan muy bien para él.
Nada mejor para la oposición que empezar la semana con una polémica nueva. Hay que renovar el repertorio para que el público quede satisfecho. Santiago se la puso en bandeja. «La otra línea de trabajo (de la Guardia Civil contra los bulos) es minimizar ese clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno», dijo el domingo. ¿En serio, general? ¿Tantos años de servicio para acabar de ‘community manager’ del partido en el poder?
Parecía al principio un fenomenal traspiés mental. De lo contrario, debería haber sido cesado –o llevado ante un juez– por cualquiera de las dos opciones posibles. Por utilizar recursos policiales en favor del Gobierno o por ser tan incompetente en esa supuesta tarea. Cualquiera que se dé una vuelta por la mayoría de los medios de comunicación, sobre todo de Madrid, o las redes sociales comprobará que el Gobierno está siendo troceado, fileteado y horneado por su gestión de la crisis del coronavirus.
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