El senador republicano Bob Corker es una de las personas que han podido ver información de los servicios de inteligencia de EEUU sobre la desaparición del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul el 2 de octubre. No ha dado detalles, pero su veredicto permite llegar a la conclusión de que en Washington están realmente preocupados por lo que creen saber. Es decir, que es difícil que puedan mirar para otro lado, la alternativa más probable cuando se supo que Khashoggi no había abandonado el consulado.
Coker ha dicho que, por lo que ha visto, la versión que han dado las autoridades turcas es creíble y que habrá consecuencias significativas en relación a la venta de armas si se confirma que Khashoggi fue asesinado. Corker es presidente de la Comisión de Exteriores del Senado y no se presenta a la reelección en las elecciones de noviembre.
Eso no es lo que querían oír en la Casa Blanca, que mantuvo un silencio revelador durante los primeros días. Ha habido varias conversaciones telefónicas entre la Casa Blanca, incluido Trump, y el príncipe saudí Bin Salmán, sin cuya aprobación nunca se hubiera realizado una operación de estas características. Las explicaciones no han debido de ser muy convincentes, porque Trump parecía preocupado cuando los periodistas le preguntaron sobre este asunto el miércoles: «Es una mala situación. No podemos permitir que pasen estas cosas a los periodistas, a nadie. Nos enteraremos de quién lo hizo».
Una de las primeras cosas que reclamaron los senadores que se pusieron en contacto con el embajador saudí en EEUU fueron las imágenes de las cámaras de vídeo existentes dentro del consulado. Les dijeron que no existen, porque las cámaras sólo emiten imágenes en directo, pero no graban. Esa versión tan poco creíble sólo sirvió para aumentar sus sospechas.
Una decena de senadores de ambos partidos, entre los que está Corker han enviado una carta a Trump planteando que se impongan sanciones a las personas de Arabia Saudí responsables de la suerte de Khashoggi si ha sido torturado o asesinado. Se basan en la Ley Magnitsky, aprobada precisamente para casos como este.
Según The Washington Post, los servicios de inteligencia norteamericanos interceptaron comunicaciones de altos cargos saudíes que discutían un plan para capturar a Khashoggi. El periodista, exiliado en EEUU, se había presentado unos días antes en el consulado para recibir los documentos que certificaran el divorcio con su esposa saudí. Tenía pendiente volver allí para recibir los papeles que le faltaban.
Esas comunicaciones revelan que los saudíes querían secuestrar a Khashoggi para llevarlo por la fuerza a su país. No está claro si pretendían detenerlo e interrogarlo o si su idea era asesinarlo allí mismo.
Se sabe que dos aviones de una compañía privada de chárters que opera habitualmente para el Gobierno de Riad llegaron a Estambul el 2 de octubre. Uno de ellos, de madrugada y horas antes de que Khashoggi entrara en el consulado a la 1.14pm, como atestiguan imágenes de vídeo. El otro, mucho más tarde. Llevaban a 15 personas, de los que hay imágenes captadas en el aeropuerto y el hotel que utilizaron, cercano al consulado.
Unas dos horas después de la entrada de Khashoggi en el edificio, dos vehículos abandonaron el consulado y se dirigieron a la residencia del cónsul general saudí, situada a unos 500 metros, según revelan las cámaras de videovigilancia situadas en la calle.
Según medios turcos con fuentes en el Gobierno y los servicios de inteligencia, los empleados turcos de la residencia habían recibido la orden de abandonarla antes de la llegada de un coche y una furgoneta.
Los vehículos pasaron cuatro horas en la residencia diplomática. El segundo avión llegó a Estambul por la tarde, a las 5.15pm. Sólo pasó allí una hora y cuarto. Luego, volvió a despegar y abandonó Turquía. Voló a El Cairo y después a Riad. El primer avión partió por la noche, hizo una parada en otra localidad turca y luego aterrizó en Dubai, antes de regresar a la capital saudí.
El avión que pasó menos tiempo en Estambul es el sospechoso de haber trasladado al periodista, vivo o muerto.