En el periodismo deportivo, el apelativo ‘histórico’ ha quedado reducido a un suceso casi banal. Si un resultado no se ha producido en los últimos diez años, se gana el adjetivo a pulso. Si un equipo de una ciudad pequeña sube a Primera División por primera vez en los últimos 20 años, la hazaña deja pequeña la batalla de Lepanto y la invención de la penicilina. Ahora el periodismo político ha alcanzado ese mismo estatus retórico. Todo lo que está pasando es nuevo, y por tanto todo es histórico.
Pedro Sánchez se presentó junto a Albert Rivera en una de las salas donde se reúnen las comisiones en el Congreso para presentar el acuerdo entre ambos partidos. Como debían ocupar el centro de la imagen, se sentaron en la mesa donde se sitúan las personas que tienen el duro trabajo de transcribir todo lo que se dice allí. No era un escenario épico, pero para eso están las palabras. «Es un acuerdo histórico. Suma, porque no excluye, porque la única victoria política que hay en él es un acuerdo abierto, y tiende la mano a izquierda y derecha», dijo Pedro Sánchez.
Si esa es la primera vara de medir del pacto, el fracaso fue inmediato.
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