Durante años, YouTube ha sido acusada de promover el terrorismo por los miles de vídeos que alberga que incluyen imágenes de guerras, atentados terroristas o contenido propagandista subido por grupos yihadistas. La empresa, propiedad de Google desde 2006, comenzó a borrar de forma masiva en agosto contenido que considera «extremista» y que vulnera las condiciones de uso de la plataforma. El resultado fue que desaparecieron vídeos publicados durante años por todo tipo de organizaciones que documentan crímenes de guerra ocurridos en Siria y otros países y cuya intención no era obviamente hacer propaganda de esos actos de violencia.
Todo se hizo de forma automática. El 1 de agosto, YouTube ya había anunciado que había mejorado su capacidad de controlar los contenidos gracias a los avances tecnológicos en la identificación automática de imágenes. «Cutting-edge machine learning technology» significaba que la inteligencia artificial iba a llegar donde el ser humano no podía. De ahí que alardeara de que en el caso del 75% de los vídeos identificados como «extremismo violento» que ya habían sido borrados no se había necesitado que un usuario los denunciara.
Una semana después, se dio la voz de alarma. Grupos de derechos humanos o activistas que denuncian crímenes de guerra descubrieron que parte de su trabajo de años de documentar atrocidades de todo tipo había desaparecido. En algunos casos, la reclamación surtió efecto, aunque de forma parcial (los vídeos volvieron, pero no las ‘playlist’ que agrupaban varias imágenes y que servían para dar la mayor información posible de forma relacionada). En otros casos, una respuesta automática rechazaba el recurso.
«Hay probablemente unas 200 organizaciones de la sociedad civil que funcionan sólo en Siria. Algunos han arriesgado sus vidas, otros las han perdido para documentar atrocidades y violaciones de derechos humanos», dijo al NYT Keith Hiatt, de la ONG Benetech.
«Con tal volumen masivo de vídeos (400 por minuto, según un cálculo de la empresa), a veces tomamos la decisión equivocada», explicó un portavoz en un comunicado. «Cuando nos notifican que un vídeo o canal ha sido eliminado por error, actuamos rápidamente para devolverlo».
Tuve la ocasión de comprobar que no era así, es cierto que por un caso no muy grave. El 24 de julio, antes de que salieran las primeras noticias sobre los vídeos borrados en todo el mundo, recibí una notificación de YouTube que me comunicaba que se había eliminado de mi cuenta un vídeo de 2006 en el que aparecía Al Zarqaui, líder de Al Qaeda en Irak. Las imágenes habían sido hechas públicas por el Ejército norteamericano con la intención de burlarse de él, de presentarlo como un patán que no estaba a la altura de la imagen de combatiente con la que se presentaba.
Al Zarqaui aparecía probando una ametralladora ligera M249 en una zona desértica al sur de Bagdad. Se le encasquillaba y uno de sus hombres tenía que ayudarle para que pudiera seguir disparando (la escena puede verse aquí). El vídeo tenía una cabecera que lo identificaba como difundido por los militares de EEUU.
Como táctica propagandística para ridiculizar a Al Zarqaui, era discutible. CJ Chivers contó que se trataba de un arma norteamericana que no sería fácil de manejar para alguien acostumbrado a usar el sencillo y resistente AK47. Por lo demás, si era una M249, se trataba de un arma que militares de EEUU habían dejado que cayera en manos de Al Qaeda. Nada de lo que enorgullecerse demasiado.
La notificación de YouTube informaba que el vídeo violaba las condiciones de uso e invitaba a presentar una reclamación, aunque con un texto no muy largo, pero que al menos permitía contar el origen de las imágenes y lo que se veía en ellas.
Dos días después, otra notificación automática indicaba que la reclamación había sido rechazada, lo que suponía una suspensión de la cuenta durante tres meses.
La pérdida de ese vídeo no es ninguna tragedia. No ocurre lo mismo con todos las imágenes relacionadas con violaciones de derechos humanos que algún día podrían ser utilizadas en una acusación de crímenes de guerra. Este mes, el Tribunal Penal Internacional emitió una orden de detención contra Mahmud al-Werfalli, jefe de una unidad de la milicia que dirige en Libia el general Khalifa Haftar. La acusación es por la presunta ejecución de decenas de prisioneros. La prueba más evidente son los vídeos que aparecieron en redes sociales en los que un grupo de presos, miembros del ISIS, a los que vistieron con monos naranjas, eran asesinados a sangre fría.
Al Werfalli aparece en este vídeo disparando a tres hombres arrodillados con un AK47 y ordenando la ejecución de otros presos. Este último vídeo está alojado en YouTube y es una prueba evidente de la comisión de crímenes de guerra por parte de un grupo armado que cuenta con el apoyo de los gobiernos de Egipto y de los Emiratos. Hay que confiar en que no incurra en el rechazo automático de la inteligencia artificial de YouTube.